El Huesca certifica su descenso de la forma más amarga

Alba López

Certificó el Huesca su descenso a Segunda de la manera más dolorosa posible, con una abultada derrota en El Alcoraz (2-6) que pone el punto y final a la histórica temporada de los azulgrana, la de su debut en la máxima categoría del fútbol español, y mantiene vivo al Valencia en la lucha por la cuarta plaza, ahora mismo en manos del Getafe, que marcha a tres puntos de distancia por delante, pero con el 'golaverage' perdido con los che.

No merecía el equipo de Francisco un desenlace así, pero el fútbol tiene estas cosas. Saltaron al campo los oscenses sabiendo que sólo les valía la victoria para seguir soñando con la permanencia tras la victoria del Valladolid en Zorrilla ante el Athletic y esa circunstancia pesó como una losa.

Tanto es así, que el conjunto de Marcelino no tardó ni dos minutos en inaugurar el marcador. Etxeita Mantovani regalaron un pasillo a Wass por el centro y el danés no perdonó en el mano a mano ante Santamaría. Fue el golpe definitivo, el mazazo perentorio. A partir de ahí, la hemorragia no cesó y los goles continuaron cayendo, cuatro más hasta el descanso (Santi Mina -2-, Rodrigo Etxeita en propia puerta) y todos con un nexo común: la endeblez defensiva de un equipo superado por los acontecimientoos y en estado depresivo.

Trató de cerrar la herida Francisco cambiando el sistema táctico de su equipo tras el descanso, pero otro tanto de Rodrigo a los cinco minutos de la reanudación ahondó en la crisis azulgrana. Si el árbitro lo hubiera permitido, ambos conjuntos hubieran firmado dar el partido por concluido, unos para dejar de sufrir y los otros para resguardar fuerzas en vistas al trascendental duelo del próximo jueves ante el Arsenal, pero obviamente eso no sucedió y nos tuvimos que cenar cuarenta minutos intrascendentes aliñados con los goles de Melero Gallar de penalti.

Este desgraciado epílogo, sin embargo, no debe empañar una campaña que quedará grabada en la retina de cualquier aficionado de Los de la cruz de San Jorge. Aquí no se rebla.