Análisis: ¿Conseguirán los millonarios del mundo «comprar» la vida eterna? (capítulo 2)

Análisis: ¿Conseguirán los millonarios del mundo «comprar» la vida eterna? (capítulo 2)

Análisis: ¿Conseguirán los millonarios del mundo «comprar» la vida eterna? (capítulo 2)

En algún momento de nuestra existencia los seres humanos nos sentimos envejecer. Comprendemos que la vida que conocemos se acabará inexorablemente.

Cuesta aceptarlo y desde antiguo los hombres se han revelado contra su ineludible destino.

Preferimos trascender.

Así, diversas civilizaciones desarrollaron sofisticadas creencias en algún tipo de vida después de ésta.

La ciencia, en especial la biología evolutiva, aporta un relativo consuelo explicando cómo una parte de nuestros genes y de nuestras ideas permanecerán en nuestros descendientes cuando hayamos muerto.

Revertir el envejecimiento

Pero muchos no se conforman con estas maneras indirectas de perdurar.

En este sentido la biología molecular lleva décadas intentando comprender el problema del envejecimiento.

A día de hoy, financiados generosamente por una serie de magnates, un grupo de destacados biólogos moleculares trabaja en la posibilidad de revertirlo.

La premisa fundamental en la que se basan es que la mayoría de las enfermedades que nos afectan tienen su principal causa en el envejecimiento. Según algunos de estos biólogos moleculares el cáncer, el párkinson, el Alzheimer, y muchas otras, son enfermedades provocadas por el envejecimiento.

Controlemos el envejecimiento y desaparecerán estas enfermedades

Se ha descubierto que una de las principales causas implicadas en el envejecimiento es la acumulación en los ancianos de un gran número de células «senescentes». Estas células envejecidas funcionan mucho peor que las células juveniles.

Poco a poco la biología molecular va comprendiendo las causas del envejecimiento celular.

Entre los muchos avances que se van consiguiendo en este campo destaca el hecho de que nuestras células están programadas para dividirse solamente un cierto número de veces.

  • Si yo cultivo en el laboratorio las células de un niño, estas serán capaces de dividirse muchas veces.
  • Si cultivo las mismas células de un hombre adulto, se dividirán muchas menos veces que las del niño.
  • En el extremo, si cultivo células de un anciano, tan solo se van a dividir muy pocas veces.

Así nuestras células tienen un «contador de divisiones celulares». Cuando este contador llega a tope se acabó. Las células dejan de dividirse y mueren.

Por tanto, si se pudiera poner a cero el contador de divisiones celulares habríamos dado un paso de gigante en la lucha contra el envejecimiento.

¿Y si alargamos los telómeros?

Uno de los mecanismos que controlan el número máximo de divisiones que puede llevar a cabo una célula son los telómeros.

Los telómeros son los extremos de los cromosomas que con cada división celular se hacen un poco más pequeños perdiendo una parte del mensaje genético. Al final, con los telómeros acortados al máximo las células son incapaces de dividirse.

Por supuesto resulta tentador conseguir un mecanismo que permita alargar estos telómeros haciendo que nuestras células puedan dividirse para siempre. Y ya vamos sabiendo como hacerlo.

Ante estas perspectivas mucha gente está echando las campanas a vuelo.

El dinero fluye hacia la investigación en el envejecimiento celular. Parece que la hora en que nos libremos del envejecimiento y la muerte está ya cerca.

¿O no?

Sesgo de confirmación

El problema radica en que la maravillosa mente que nos hace humanos es muy mala a la hora de analizar objetivamente un conjunto de pruebas.

En lugar de evaluarlas rigurosamente, ponderando correctamente su importancia real, nuestro cerebro tiende a seleccionar solamente las pocas evidencias que parecen confirmar lo que ya pensábamos a priori.

Es lo que los psicólogos evolutivos denominan el sesgo de confirmación.

Este sesgo de confirmación explica muchos de nuestros comportamientos absolutamente irracionales. Uno de ellos está de moda: el de la gente que se niega a vacunarse contra la Covid-19.

Hay un porcentaje increíblemente alto de anti-vacunas pese a tener en contra estas certezas científicas:

  • Los datos demuestran rigurosa y empecinadamente que el SARS-CoV-2 es tremendamente contagioso, que produce una enfermedad que en muchos casos es muy grave y que la vacuna, extremadamente segura y eficaz, es la mejor herramienta en la lucha contra la Covid-19.
  • Existe una evidencia rigurosa de que el coronavirus mató a cerca de 5 millones de personas no vacunadas y envió a muchas más al hospital con neumonías graves.
  • Es un hecho probado de que apenas hubo ingresos hospitalarios y muertos entre los vacunados contra la Covid-19.
  • Y a estas alturas resulta incuestionable que ya se han administrado más de 5.700 millones de dosis y los problemas causados por las vacunas han sido extremadamente raros.

Pero pese a todas estas pruebas, los anti-vacunas se escudan en casos individuales aislados, extremadamente escasos cuando no inventados en las redes sociales, de personas que supuestamente murieron tras recibir la vacuna o que murieron de Covid-19 estando vacunados.

El sesgo de confirmación les hace dar más importancia a un solo caso (muy probablemente inventado) que a millones de datos extremadamente rigurosos.

Deseo y realidad no es necesariamente lo mismo

En nuestra esperanza de controlar el envejecimiento, nuestros deseos podrían estar haciéndonos caer en el sesgo de confirmación.

Por supuesto que al envejecer aumentan los casos de cáncer, párkinson y Alzheimer en la población. Pero cualquier oncólogo infantil nos confirmaría que el cáncer mata a muchísimos niños. Lo mismo que ocurre con las enfermedades neurodegenerativas, que afectan a muchos jóvenes.

Es cierto que los casos más graves de Covid-19 afectan a la gente mayor (aunque el coronavirus también mata a jóvenes). Pero otras pandemias (por ejemplo la pandemia de gripe española de hace un siglo) afectan más a los jóvenes.

Todo indica que decir que la enfermedad humana está causada principalmente por el envejecimiento es mucho decir.

Sobre todo teniendo en cuenta que la mortalidad infantil mató aproximadamente a la mitad de los 110.000.000.000 de seres humanos de nuestra especie que se estima han existido hasta hoy.

División celular y cáncer

Por otra parte, controlar el envejecimiento celular tiene sus problemas. Si ponemos a cero el contador de divisiones celulares lo que hacemos es incrementar enormemente la probabilidad de padecer cáncer.

Con una elevada probabilidad elongar los telómeros gastados de las células senescentes nos llevará a padecer cáncer.

Sin duda alguna investigar en el envejecimiento traerá grandes avances en nuestro conocimiento y puede que en nuestra calidad de vida. Tal vez sirva para mitigar enfermedades raras como la progeria.

Pero lo más probable es que esta línea de investigación no añada años a nuestras vidas.

Físicos y biólogos tienen una explicación

La mayoría de los físicos lo ven evidente: envejecemos debido a una de las principales características del Universo en el que vivimos, el segundo principio de la termodinámica, que impide que nada ordenado y complejo sea eterno.

Los biólogos evolutivos piensan que «nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución».

La evolución se produce porque los descendientes tienen ligeros cambios con respecto a sus progenitores.

Así, el envejecimiento y la muerte permitieron a la evolución crear la maravillosa diversidad de organismos que han poblado nuestro peculiar planeta azul.

Muchos biólogos celulares creen que el envejecimiento no es más que una parte del programa del desarrollo, que comienza con una simple célula surgida de las fusión de un óvulo y un espermatozoide, sigue en el desarrollo embrionario y concluye con la vejez.

Aunque nos pese, todos los que leemos este artículo envejeceremos y moriremos, por más millones que unos cuantos magnates dediquen a estudiar el envejecimiento.