Sin piedad

Messi no se lo creía. Esta fue la cara de Leo tras el doloroso gol de Williams en el descuento

Messi no se lo creía. Esta fue la cara de Leo tras el doloroso gol de Williams en el descuento / RFEF

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Un sonido atronador, mezcla de percusión y cánticos tribales, recibió al Barça con un juego de luces más propio del Sonar que de un estadio. El ritual, completamente ensordecedor, inauguraba un grito de guerra, “Athletiiiiii, Athletiii", que duraría hasta la victoria final. Una derrota agónica, particularmente cruel, con un Barça convincente, al que solo le faltó remate y que se despide de la Copa con amor propio.

Durante 94 minutos todo San Mamés empujó a los suyos en una puesta en escena intimidante que une la tradición de los himnos clásicos con la deslumbrante modernidad del estadio.  Lo anunciaba en la previa Yeray: “En casa, con nuestra gente, sentimos que podemos ganar a cualquiera”.

Así lo vivió Bilbao, que fantaseaba con ‘una de esas noches’ de La Catedral. Y así lo sentía el equipo: una oportunidad única para eliminar a un Barça en crisis 60 años después. “Es el rival que más ganas le tenemos”, anunciaba un miembro de la peña Piratak.

Así que no sorprendió a nadie que el encuentro se contagiara de la fiebre de las gradas. Fue con todo el Athletic, pero no se dejó intimidar un Barça que apretó los dientes para evitar el juego vertiginoso de los vascos.

Se defendió el conjunto azulgrana y dejó en manos de Messi la improvisación arriba. El argentino se puso al equipo a sus espaldas con esa mirada que pone cuando lleva el partido al terreno personal.

Pasan los años y resulta asombroso como sigue activando un gen competitivo que no decae a pesar del tiempo y los éxitos. Un carácter que durante mucho tiempo nos acostumbró a ver en el campo, pero que en los últimos tiempos ha llevado a otro nivel.

El 10 ya no solo habla en el césped. El pibe que hablaba con la mirada clavada en el suelo es ahora un tipo maduro que no se calla lo que no le gusta. Y que, cuando lo hace, tambalean todos los estamentos del club.

Así ha quedado claro en los últimos días, cansado seguramente de sentirse utilizado y señalado, cuando las cosas se tuercen en el club o cuando se toman decisiones.

La mecha abierta con Abidal amenazaba con explosionar, pero Bartomeu intervino para calmar los ánimos. Con el ambiente enrarecido el encuentro copero a partido único en San Mamés no parecía, precisamente, el mejor escenario para desactivar la crisis.

Y Setién sacó su versión más precavida. En apenas unas semanas se ha agarrado al libreto de Valverde para sobrevivir en el banquillo del Barça. Y evitar que el equipo  no se le caiga como un castillo de naipes.

Esta vez con un centrocampista más, Sergi Roberto, y la suplencia de Griezmann, que salió en la segunda mitad. Ante la falta de efectivos, Setién se abona a medidas pragmáticas.

No le queda a otra al técnico, que trata de transmitir sosiego y entusiasmo ante el ambiente general enrarecido. Y que parece haberse dado cuenta de que no tiene tiempo para implantar el estilo que más siente y lograr resultados. En San Mamés su equipo exhibió concentración, rigor táctico y ambición. Pero torcido en el remate fatal, terminó marcándose un gol en propia puerta.

Un final particularmente cruel que deja al Rey de Copas sin corona por segunda temporada consecutiva.