¿Qué fue de... Sadurní? Del Barça al banco y del banco a los viñedos

Sadurní, en un entrenamiento con el Barça

Sadurní, en un entrenamiento con el Barça / sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Pasó el doble de tiempo detrás del mostrador de un banco que bajo los palos de la portería del Barça, pero su figura espigada e interminable, casi siempre vestido de negro, es imposible de olvidar. De Salvador Sadurní i Urpí podría decirse que ha vivido tres vidas: portero del Barça durante 16 años, trabajador en la oficina central de la Caixa del Penedès durante 30 años y ahora, agricultor orgulloso de las lechugas de su huerto y de los vinos de sus viñedos.

Y sin necesidad de abandonar su círculo íntimo, el Penedès que le vio nacer y que lleva en la sangre. Nunca dejó de vivir en su pueblo, L’Arboç, ni siquiera cuando jugaba en el Barça. “Tenía un entrenador, Roque Olsen, que me pedía que viviera en Barcelona, no sé por qué. Yo siempre he querido vivir aquí y así lo he hecho”, explica ahora Sadurní, a sus 76 años, encantado de las rutinas de su día a día.

Desayuna con sus amigos en la cooperativa del pueblo, poda los viñedos, recoge aceitunas y cuida la huerta. De vez en cuando sale a cazar, aunque cada vez menos. Y si se da la ocasión, sube a Barcelona a ver algún partido de Champions, “para no olvidarme de mis antiguos compañeros y de lo que es el Barça”.

Sus tres hijos le visitan con frecuencia: dos de ellos trabajan en el Banc Sabadell (entidad que absorbió Caixa Penedès) y otra es profesora de INEF; todos en la comarca del Penedès, para seguir la tradición de vivir apegado a la tierra. “Sin ir más lejos, el pasado fin de semana estuvimos todos trabajando con los olivos”, explica.

el heredero de ramallets

Su historia arranca en El Vendrell: a los 15 años era ya tan alto que aparentaba 20. Llamó la atención del Barça Juvenil y ahí comenzó una trayectoria que duraría 16 años, de 1960 a 1976 como portero del primer equipo del Barça. Ramallets, su ídolo, le dio la alternativa y Kubala impulsó su carrera. “Fue el entrenador más importante de mi carrera”, recuerda, entre otras razones porque era de los pocos que ya diseñaba entrenamientos específicos para los porteros.

Ganó tres Zamoras que pudieron ser cuatro, pero su entrenador, Olsen, no le hizo jugar el último partido, necesario para sumar 22 y llevarse el premio. “Tenía ideas muy raras, no quería que los jugadores fuéramos los protagonistas y si te veía relajado en un entrenamiento, te gritaba, ‘¡ustedes son albañiles o qué!”.

Con la llegada de Cruyff, ganó su única Liga, la 73-74, aunque curiosamente se perdió por lesión el 0-5 del Bernabéu. Cruyff le llamaba ‘Chato’ con frecuencia, pero el mote se lo puso Kubala “porque me parecía mucho a un portero que había tenido él en la época de Ramallets, un tal Velasco”.

un final amargo

Su final en el Barça fue amargo. “El entrenador, Weisweiler, no quería saber nada de mí y solo recurrió a mí al final de temporada, para jugar en los pueblos. Lo pasé tan mal que no quise saber nada más del fútbol”, explica. Y de un día para otro, se convirtió en empleado de banca.

El director general de Caixa Penedès era amigo de los Sadurní y Salvador entró a trabajar en la entidad a los 35 años, casi como becario. Lo único que le pidieron fue que aprendiera a escribir a máquina.

“Durante un año hice las prácticas en una oficina de la Rambla de Catalunya: me daba reparo atender a la gente, porque yo solo sabía hablar de fútbol”. Luego le trasladaron a Vilafranca. “Me encargaba de las promociones y sobre todo, de atender a la gente: cuando los clientes entraban, el primero al que veían era a mí, siempre con traje y corbata”.

Se jubiló a los 63 años, en muy buenas condiciones, y al día siguiente empezó su nueva vida de ‘pagès’, de la que disfruta con naturalidad. “Estos días, por ejemplo, los dedico a podar las viñas, es una delicia hacerlo por la mañana con el sol de otoño”, confiesa.

Lejos quedan sus tiempos de ganadero, cuando montó también en L’Arboç (dónde si no) una granja con gallinas, pollos y cerdos. “En realidad, la llevaba mi padre, que también trabajaba como picapedrero, mientras yo jugaba en el Barça. Cuando él murió, la dejamos”.