Las extrañas sensaciones y dudas del vestuario del Barça

Dembélé ya trabaja en la Ciutat Esportiva

Dembélé ya trabaja en la Ciutat Esportiva / FCB

Jordi Gil

Jordi Gil

Un inquietante silencio se ha apoderado de la Ciudad Deportiva del FC Barcelona. Ya no se escuchan los gritos procedentes del gimnasio, donde algunos jugadores se retaban para lanzar a canasta antes de las sesiones, ni aparecen los visitantes que tan a menudo se asoman a los entrenamientos. Ya sean técnicos de otros conjuntos, compromisos del club o invitados de los propios futbolistas. El bullicio ha desaparecido. Las viejas costumbres se echan de menos, como las sonrisas de los  niños que de vez en cuando acudían a ver a sus padres, como Benjamín, el hijo de Luis Suárez, cuya madera de futuro futbolista salta a la vista.

Los jugadores se vistieron por primera vez de corto el pasado viernes para entrenar. La mayoría llegaron con entusiasmo. No podían esperar más para oler de nuevo el césped, calzarse las botas, tocar balón…en definitiva, sentirse nuevamente futbolistas. Sin embargo, la cruda realidad que se encontraron les rebajó pronto la emoción.

Sin contacto

El estricto protocolo les impide tener el más mínimo contacto con sus compañeros. Los jugadores que comparten campo solo pueden conversar brevemente a distancia y saludarse desde dentro de sus coches en el parking cuando entran o salen del recinto. Entrenar sin respirar el siempre animado ambiente del vestuario les está pesando.

Además, las pautas de trabajo los tiene inquietos. El equipo está realizando una pretemporada que nada tiene que ver con las habituales en el Barça. Los futbolistas están habituado a apenas entrenar durante una semana y empiezan a coger la forma a través de los partidos. Por ejemplo, el julio pasado, el Barça se entrenó una semana en la Ciudad Deportiva y ya partió hacia Japón. Solo ocho días después de iniciar el trabajo, el  conjunto blaugrana ya se midió al Chelsea en Tokio.  Ahora, en cambio, les espera un mes de eminente trabajo físico, en solitario o en grupos, y solo en la última semana antes del inicio de la competición se ejercitarían conjuntamente.

Incógnita física

Los futbolistas conviven con la incógnita de saber cómo reaccionará su cuerpo a un cambio de hábito tan radical. También les preocupa la respuesta que tendrán después de estar dos meses parados en sus casas, más allá de los ejercicios de gimnasio que han podido realizar. Nunca en sus carreras se habían encontrado en una situación similar. Ni que estuvieran lesionados, podían hacer el ejercicio que permitía su proceso de recuperación. Ahora todo es nuevo y diferente.

Ganar la Liga

Los jugadores han tenido mucho tiempo para pensar y dar vueltas al escenario que se les presenta. Como en todo colectivo, hay los más aprensivos que miran con recelo la vuelta al trabajo por el riesgo que pueda existir al contagio y los que están más decididos. Sin embargo, en todos ellos existe un denominador común: Quieren ganar la Liga sobre el terreno de juego. Aunque la Federación pueda darles el título si la competición se declara nula, como ha ocurrido en el equipo femenino, los futbolistas del Barça entienden que el sabor de la Liga sería muy distinto. La motivación por lograr un campeonato en el que consiguieron situarse líderes a falta de 11 jornadas les ayuda a superar algunas barreras.

Los futbolistas también entienden que deben superar sus temores para sumarse a la ola de optimismo que está creciendo en la sociedad española con la reducción de casos de contagios y fallecidos. La vuelta del fútbol supone una inyección de moral para el país y también económica por los muchos sectores que arrastra. Los jugadores asumen que su rol es importante y no pueden desvincularse. Eso sí, siempre que, como hasta ahora, su salud no corra riesgos.