Presión para Valverde

Ernesto Valverde, entrenador del FC Barcelona

Ernesto Valverde, entrenador del FC Barcelona / sport

Xavi Torres

Xavi Torres

El foco del barcelonismo cambia de protagonista. Institucionalmente, la junta quedó bajo mínimos tras sus fracasos judiciales en la Acción de Responsabilidad y en el ‘caso Neymar’ (condena para el Barça a cambio de salvaguardar sus enormes egos y conservar sus sillas en el palco). Revolcones mayúsculos contra Rosell y Bartomeu. Nada nuevo.

Deportivamente, sin embargo, sí hay novedades. El sorprendente adiós de Neymar ha desnudado al Barça. El presidente Bartomeu, evidentemente, no debe pasearse fichando jugadores pero sí construyendo una estructura digna de una entidad como el Barcelona, recordemos, la referencia mundial hasta que los dos últimos presidentes decidieron cambiar el rumbo de la historia azulgrana con una obra de autor que empieza a vislumbrarse. Ante la deriva, Valverde, Iniesta, Piqué y Sergio tuvieron que levantar la voz para poner orden. La respuesta del club ha sido la llegada de Paulinho y Dembélé, y también un rosario de actuaciones dudosas para la imagen de la institución. La de los jugadores, unas fotos hirientes para el presidente.

Lo peor es que Bartomeu lo sabe. Aunque no es un hombre de fútbol, tiene ojos y oídos. Y amigos que le explican lo que está pasando más allá de lo que le comenta su corte de aduladores. Y lo que piensa el vestuario. Y en el resto de dependencias del club, llena de excelentes ejecutivos sorprendidos por la pleitesía del presidente hacia Albert Soler, el hombre que lidera el área deportiva, no lo olvidemos, la más importante del club. Un expolítico al frente de las cinco secciones profesionales, el fútbol incluido (y el baloncesto, también), con los resultados conocidos. Y con buena parte de los históricos profesionales de la entidad apartados y mirando a la pared, con las manos en la cabeza observando la increíble capacidad que tienen algunos para destrozar en tan poco tiempo lo que tanto ha costado construir con la excusa de la “evolución del método” que, en realidad, descubre su incapacidad para progresar en una idea ganadora.

Soler (y Robert) ofreció una rueda de prensa ausente de autocrítica y sentido común y llena de prepotencia. Aunque parezca mentira, se siente fuerte. Mostró su vena política (que conste, de político malo), con un discurso contradictorio, contra “la nuevas maneras del fútbol” pero contribuyendo a ellas con las cifras del fichaje de Dembélé y Paulinho y las que se ofrecieron para traer a Coutinho. O a Di María. Habló de responsabilidad ante esos nuevos actores que cambian el fútbol pero vivieron de rodillas con Catar (uno de los impulsores del nuevo régimen futbolístico) al lado de su escudo. Fútbol loco. El Barça, el primero. Casi irreconocible.

Los despachos han trasladado la presión al césped. Con lo que hay, hay que ganar. Espabilaros. El presidente ha hablado para SPORT. Messi sigue callado. Pánico en el club ante la posibilidad de que el crack hable...

la moción de benedito

La tercera de la historia. En la primera (1998) y a pecho descubierto, Joan Laporta fue contra el sistema. El presidente Núñez siguió en el cargo. En la segunda (2008), Sandro Rosell se escondió tras el socio Oriol Giralt para poner en apuros al entonces presidente Laporta, que seguiría en el cargo. Ahora será Agustí Benedito, de cara y sin escuderos, quien tratará de acabar con la gestión del actual presidente. No lo tiene fácil. No es casualidad que nadie triunfara en el pasado.

Ni esta ni ninguna otra junta directiva ha dado facilidades a ningún impulsor de una moción de censura en aras de la democracia. Eso es solo una frase hecha. El poder es el poder y al poder no le gusta la oposición. La débil cultura democrática lleva a los que mandan a pensar en implantar normativas orientadas a su continuidad, circunstancia esta que provoca déficits muy preocupantes.

Y en este escenario, nadie como el vicepresidente Jordi Cardoner. Su trabajada organización piramidal del movimiento peñístico, sus nuevas reglas de control y reparto de las entradas y sus premios a los fieles (con sus correspondientes castigos a los críticos) le convierten, 

de nuevo, en el hombre fuerte de la junta de Bartomeu. Como pez en el agua. Fútbol, ¿para qué? Adelante, pues. Manos a la obra. Eso sí, con la democracia a punto para maltratarla.