¡No maten más por Dios!
He oído al bueno de Sami El Mushtawi, director del Departamento Cultural del Centro Cultural Islámico, decir que “esta gente no tiene relación con el islam, no nos representa, no son religiosos, ni han recibido una educación fundada en los valores de nuestra religión”. Vale, de acuerdo, le creo, le creo a pies juntillas. Pero yo quiero más. Quiero, como pide el propio Sami El Mushtawi, que los miles y miles de musulmanes, probablemente millones, que hay en España, salgan a la calle y se manifiesten. Quiero una manifestación de musulmanes residentes en España con un inmenso cartel que diga “¡Basta ya”.
Y quiero ver a la madre de cada detenido decir por televisión que su hijo es un ignorante, que no ha entendido el Corán. Y quiero ver a su mujer, del vivo detenido o del muerto, decir que siente repugnancia por ser la esposa de semejante persona. Quiero ver a sus familiares, amigos y vecinos, hasta compatriotas, señalar con el dedo y proclamar que su religión no es eso, perseguirlos y denunciarlos. Si de verdad son una minoría, dónde está la mayoría, los millones y millones de musulmanes de todo el mundo que están en contra de la guerra que nos han declarado. Como decía una pancarta del maestro El Perich: “¡No maten más, por dios! y, especialmente, ¡no maten más por Dios!”
Si no vemos esa manifestación, si no sentimos ese comportamiento, si no hay gestos de ese nivel y envergadura, tenemos derecho a dudar. Porque lo que pedimos algunos, ¿muchos?, muchos, no se ha producido ni en Niza, ni en Estocolmo, ni en Berlín, ni en París ni tras ninguno de los tres atentados sufridos en Londres. Y no digo que los estén protegiendo, digo que no se ha producido esa ola de rechazo a tanta maldad. Y, sí, cierto, siempre, siempre, después de la muerte alguien de esa comunidad ha salido a expresar su rechazo y a decir que no son ellos. Y no lo son, ¡claro que no lo son!, pero es preciso un “¡Basta ya!” de todos esos musulmanes de bien que no se identifican con esa guerra, esa maldad, esa crueldad.
Y sé que no es el lugar para pedirlo ni recordarlo. Y sé que no es este el rincón para semejante alegato. Y sé que debería de escribir de otras cosas, pero esta ciudad ha sufrido tanto daño y de forma tan injusta, inesperada y despiadada que, en efecto, sí, estoy de acuerdo con el señor Sami El Mushtawi, pero quiero miles, millones, de musulmanes en la calle rechazando esta maldad, tanta sangre, tanto daño injusto.
Y he pensado en estas cosas, al imaginar, porque estoy cansado de verlo cuando bajo caminando por las Ramblas hasta La Boqueria para comer en el Kiosco Universal, decenas y decenas de visitantes luciendo la camiseta del Barça. Estoy convencido de que muchos de los heridos de este jueves entraron en los hospitales con la zamarra azulgrana puesta, hecha trizas, añicos. Puede que hasta falsa, del ‘top manta’, ¡no importa! ¡da igual! ¡la sienten suya igual!, porque es una de las indumentarias que más se ve en ese paseo.
Fue hermoso que Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo, que habían goleado, no hacía muchas horas, ni siquiera días, al Barça, tanto en la ida como en la vuelta (¡menudo repaso!), fuesen de los primeros en ponerse del lado de las víctimas, del lado de Barcelona, apoyando a la ciudad con mensajes enternecedores, que les hacen grandes por rivales sobre el césped. Y fue grande, aunque tardase, que Leo Messi, que lleva 17 años viviendo en Barcelona, que llegó de niño y se ha convertido en ídolo de esas Ramblas, dijese que “no nos vamos a rendir, porque somos muchos más los que queremos vivir en un mundo en paz, sin odio y donde el respeto y la tolerancia sean las bases de la convivencia”.
Duele, y mucho, que todo eso ocurra en una ciudad y un país cuya vocación ha sido siempre, siempre, y lo ha demostrado a lo largo de su historia, no solo con los extranjeros sino con los de aquí mismo, que vinieron a ganarse la vida, que es un pueblo de acogida y que seguirá siéndolo porque lo lleva en su ADN, porque le gusta compartir y porque le gusta impregnar a los que vienen de ese espíritu hospitalario que, hace ahora exactamente 25 años ¡y qué hermosa celebración hicimos!, dejó boquiabierto al mundo al convertir sus Juegos Olímpicos, no solo en los mejores de la historia, sino en los más acogedores y compartidos de la vida olímpica. Ha sido esa ciudad y ese espíritu, ese ‘tarannà’, el que los terroristas han tratado de hacer saltar por los aires. Y no lo lograrán, no, pero necesitamos ese gesto de aquellos musulmanes que no comparten esta guerra.
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