La dignidad y las lágrimas de Piqué

Iniesta se lesionó al término del partido ante Las Palmas

Iniesta se lesionó al término del partido ante Las Palmas / Marc Casanovas

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El Barça ganó ayer un partido pero perdió la dignidad. Dejó de ser, definitivamente, ‘més que un club’ para convertirse en un simple club de fútbol. El Barça tuvo ayer la oportunidad de ponerse al lado de un país víctima de la represión y prefirió la equidistancia. Por seis míseros puntos. Jugar a puerta cerrada contra el Las Palmas fue la peor elección. Una más de esta junta que ayer abandonaron, por vergüenza, el vicepresidente Carles Vilarrubí y el directivo Monés.

Bartomeu quiso vestir de dignidad su decisión (“Hoy hemos jugado a fútbol de manera excepcional para demostrar al mundo la situación excepcional e inadmisible que se ha vivido en Catalunya”), cuando lo que tuvo el presidente fue miedo. Un miedo que hizo enrojecer a todos los culés que seguíamos pensando que el Barça nos representaba como símbolo de libertad.

El Barça no tenía que haber jugado jamás el partido. No importaban las consecuencias. Por dignidad. La dignidad que sí representaron ayer los abuelos defendiendo colegios electorales. Los jóvenes custodiando urnas. Las familias con niños resistiendo pacíficamente las cargas policiales. Los Mossos llorando de emoción y de rabia. Los bomberos protegiendo a los ciudadanos. Los centenares heridos a causa de la brutalidad de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Los payeses que hicieron barricadas con sus tractores. La dignidad que ayer sí representó un pueblo con la firme determinación de ejercer su libertad. Y votar para escoger su futuro como nación. Y la dignidad que personificó Piqué con sus lágrimas. Las lágrimas que derramamos todos los catalanes de pura impotencia.