PALABRA DE DIRECTOR

Buffon entrega el testigo a Ter Stegen

Ter Stegen se abrazó con Buffon al final del partido

Ter Stegen se abrazó con Buffon al final del partido / AFP

Ernest Folch

Ernest Folch

La grandeza de una afición se mide por el amor a sus colores pero también por el respeto al rival. El Juventus Stadium honró ayer al fútbol en el minuto 82 de partido cuando Valverde decidió cambiar a Iniesta. Fue entonces cuando espontáneamente el público se puso masivamente de pie para aplaudir al mago de Fuentealbilla. Si ya es poco habitual ver a una afición aplaudir a un rival, todavía es más extraño verlo en un partido de Champions. La ovación emocionante del Juventus Stadium demuestra que la admiración por Iniesta es global y que para la imagen de un club un reconocimiento deportivo puede ser más rentable que cualquier silbido. La reacción de la grada turinesa, con el paso del tiempo, será lo que más se recordará el partido de anoche.

orque sin duda fue un choque espeso y de difícil gestión, que empezó con la sorpresa mayúscula de ver a Messi en el banquillo. Sorprende que un escenario tan solemne fuera el sitio escogido para la dosificación del ‘10’ blaugrana, pero fue evidente, por los gestos del crack, que se trató de una decisión consensuada y hablada previamente. Y si hay pacto, la decisión es intrínsicamente buena: ni hay conflicto ni hay punta que sacar. Queda claro que tanto para Messi como para Valverde el partido importante de esta semana no era el de Turín, sino el de Mestalla. El último episodio trascendente fue la maravillosa mano de Ter Stegen, que fue una aparición divina a un tiro enorme de Dybala cuando el partido ya parecía fini-quitado. La prodigiosa parada del portero alemán es la enésima que salva al equipo en esta temporada y lo encumbra en un escenario único. El abrazo final entre Buffon, una de las grandes leyendas del fútbol actual, y Ter Stegen, adquirió un sentido simbólico: el portero italiano pareció darle el relevo como mejor portero del mundo.

Pero el encuentro no dio para mucho más. El Barça volvía al escenario del crimen, el lugar donde el año pasado, con un proyecto ya muy tocado, fue degollado por la Juve. Valverde dijo en la previa que había visto la debacle de Turín un millón de veces, y pareció que el Barça se dedicó más a no sufrir que a construir. Una vez más, se demostró que este equipo es espléndido defendiéndose con el balón, es sólido, estable y bien estructurado. Pero sigue echándose en falta una dosis extra de explosividad, alegría y brillantez. Lo que nadie puede negar es que sigue avanzando y se clasifica para octavos sin despeinarse. De Turín nos quedará al menos una ovación y una parada.