La más firme promesa de medalla del equipo español en los Juegos de Sochi

Javier Fernández, una 'lagartija' en el hielo

Lo suyo es un milagro en un país que le da la espalda a los deportes de invierno. un chico de 22 años, inquieto y tenaz, es el número uno de europa y aspira a podio olímpico

Carlos Galindo

Hay gente que nace para hacer cosas diferentes; que no se conforma con seguir a la marea humana y apuesta por encarrilar su vida en sentido opuesto al resto. Javier Fernández ha conseguido ser el número uno de Europa en un deporte que apenas se practica en España, el patinaje artístico sobre hielo. El pasado sábado revalidó el título de campeón en Budapest –un año antes lo había logrado en Zagreb- y ya apunta a los Juegos Olímpicos de Invierno que se disputarán en Sochi a partir del 7 de febrero. Es firme aspirante a medalla y eso no deja de ser un milagro en un país que apenas cuenta con 1.500 licencias y solo 12 patinadores de elite. 

Poco después de finalizar su arriesgado ejercicio en Budapest, todavía exhausto y sudoroso, fue interpelado por varios periodistas que le preguntaron: ¿Ya es usted más popular en España...? Y Javier Fernández, con cierta ironía pero el semblante serio dijo una verdad de perogrullo: Verá, es que en España casi todo el mundo juega al fútbol...

No hizo falta añadir nada más. Ahí zanjó una cuestión que todo el mundo conoce y la inmensa mayoría ignora. Esa es la realidad con la que tiene que lidiar a diario este madrileño afincado en Toronto (Canadá) que aspira a igualar –o superar- al ruso Plushenko, la gran referencia del patinaje artístico mundial. En la capital húngara, mostró algún titubeo pero ello no le impidió lograr un registro de 175,55 puntos, su mejor marca de la temporada y de los 24 participantes. El primer día, en el programa corto, demostró todo su nervio y vitalidad pese a acabar agotado por el esfuerzo. Admitió que saltó a la pista de hielo con cierto temor a no poder revalidar la medalla de oro que logró en 2013. El sábado, en el programa libre, se deslizó al compás de Peter Gunn, de Henry Mancini, y realizó tres cuádruples, lo que le convierte en uno de los programas más arriesgados del mundo. Se trata de un ejercicio que requiere de gran fuerza, de piruetas constantes y que poco a poco ha ido perfeccionando, a pesar de que hubo un momento en el que barajó la posibilidad de dar un paso atrás y cambiar.

Javier Fernández ya solo piensa en Sochi. A sus 22 años –cumplirá 23 el próximo mes de abril– es todo un veterano en la especialidad -fue decimocuarto en los pasados Juegos de Vancouver- y desde entonces, no ha dejado de progresar. Pese a participar en un deporte subjetivo, en el que los jueces tienen un papel determinante, se ha ganado el respeto del mundo del patinaje, que le admira como la estrella que es. ‘El lagartija’ se calzó sus primeras cuchillas a la edad de seis años, siguiendo los pasos de su hermana. Se inició en este deporte en el Club Igloo de Madrid y lo alternaba con el fútbol, el tenis y el ciclismo, sus otras pasiones –hasta que decidió dedicarse de lleno al patinaje artístico–. Podía realizar piruetas sobre un único patín. Tenía talento, pero le faltaba disciplina. Carolina Sanz, que fue una de sus primeras entrenadoras, lo enviaba con frecuencia al banco castigado. Incluso en esos momentos, trabajaba el equilibrio, la elasticidad y la potencia. Las reprimendas surtieron efecto. En el ‘cole’, durante el recreo, dijo un día a sus compañeros: “voy a ser patinador”. Todos se rieron, menos él. En la edad de empezar a ligar con las niñas y de pisar las discotecas, convino que tampoco era muy buen estudiante. Habló con sus padres y les soltó: “quiero dejar de estudiar”. Se quedaron de una pieza. Abandonó la ESO y se fue a Jaca. Un día, deslumbró al entrenador ruso Nikolai Morozov que dos años antes, en los Juegos de Turín (Italia), guió con éxito a la japonesa Shizuka Arakawa, la primera nipona en ganar un oro en patinaje artístico. Bajo su tutela participó en los Juegos de Vancouver y en los Mundiales de Moscú de 2011 –fue décimo–. En ambas ocasiones, se deslizó bajo los acordes de ‘Piratas del Caríbe’ en el programa largo y ‘Misión Imposible’, en el corto.

Tenía 17 años cuando ‘SuperJavi’ se fue a Nueva Jersey (EE.UU.) con su nuevo entrenador. Se instaló en un apartamento  y pese a los instantes de soledad, sabía que se tenía que ir de España para triunfar. Aquí no había futuro... Las cosas se complicaron cuando Morozov le empezó a exigir un ritmo de viajes que no podía asumir. Iba de un punto a otro del planeta e incluso estuvo casi un año en Rusia. No resistió ese estréss y abandonó al técnico. Era finales de 2011. Poco después, apareció por su camino el canadiense Brian Orser, doble medallista de plata olímpico y campeón del mundo. Con éste y su ayudante Tracy Wilson se desplazó hasta Toronto, que es donde actualmente reside. 

El chico que desafía al hielo, inquieto y tenaz hasta la extenuación –se le conocía como ‘el lagartija’–, apunta a medalla en los Juegos de Sochi que empezarán el 7 de febrero. Es la gran esperanza de la delegación española, compuesta por veintiún deportistas. Aún le queda tiempo para pulir pequeños detalles. De momento, ya se ha llevado un primer premio, será el abanderado del equipo en la ceremonia inaugural. Es la constatación de su inmenso talento. Si hubiera nacido en Canadá, Rusia, los Estados Unidos, Japón, o Suecia... sería un ídolo. Aquí pasa desapercibido. Son las cosas de España...