LA ÚLTIMA

Lección de liderazgo

Martí Perarnau

En un club acostumbrado a la gestión personalista, de pronto una lección de liderazgo colectivo. Un Barça casi siempre dirigido como finca particular y desde las emociones. Histriónico, demagógico, populista, atemorizado, ambivalente... Casi cualquier adjetivo le cuadraría a la gestión del club en los últimos cuarenta años, salvando momentos excepcionales. Acostumbrado a sepultar a sus ídolos sin la menor deferencia, a envanecerse de lo superficial, a emplear la grandilocuencia o el victimismo a partes iguales, a decidir en función del ventilador externo, siempre agitado desde revanchas y vendettas, el Barça parecía enfrentar la gestión de esta crisis -porque el adiós de Guardiola es una crisis; normal y necesaria, pero una crisis- como siempre: con el estercolero habitual ejerciendo de maestro de ceremonias en busca de nuevos éxitos en su inevitable camino hacia el infierno.

Y lo que ha surgido de ahí ha sido una lección de liderazgo colectivo. Del entrenador al presidente pasando por el director deportivo, cerebro privilegiado. En estos tiempos de prisas, ruido, furias, destemplanzas y tensión, Zubizarreta, Guardiola y Rosell tomaron la senda de la pausa y los fundamentos. En momentos de zozobra, la idea. Incluso alguien tan poco cruyffista como Sandro Rosell ha apostado por la idea nuclear del fútbol del Barça. Polos opuestos en formación y creencias, Guardiola y el presidente han encontrado en Zubizarreta, capitán del Dream Team, sacrificado en el altar cruento de Atenas, el punto intermedio de todos los caminos, el cruce de la historia con el presente, del futuro con los antecedentes.

Desde la visión panorámica, el club decidió enfrentar la crisis con una decisión sencilla e inevitable basada en los tres ejes sobre los que se gestiona: un modelo de juego, un método formativo y una vocación de crecimiento interno. La decisión confluye en un hijo de La Masia, que mamó de Cruyff y Rexach, dirigió a los mejores cadetes de la historia, aprendió otras culturas futbolísticas fuera del Barça, regresó con Guardiola en un momento de crisis y construyó a su lado un equipo inolvidable.

Visto así, la decisión se antoja impecable. Si ha sorprendido es porque el Barça siempre fue lo que he dicho: un club de gestión emocional, alejado de liderazgo tranquilo y meditado. Mientras los ventiladores tradicionales rugían a plena potencia, exigiendo sangre y repartiendo mezquindad, el club decidió que la mejor decisión era aplicar aquello que venían predicando. Apostar por el modelo de juego, reforzar el método formativo y elegir a otro hijo de la casa. Es decir, la idea. Y con la idea ha conseguido algo inaudito en la historia de su gestión como club: ejercer un liderazgo inteligente, sobrio y coherente.