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Bartra, una decisión salomónica

Bartra estuvo de visita en el Circuit

Bartra estuvo de visita en el Circuit / sport

joan maria batlle

No es un tema trascendental, pero sí una cuestión que preocupa. Bartra se puede ir por un descuido de pocos minutos, los que le han faltado para jugar el 30% de la temporada y mantener una cláusula de rescisión de 40 millones, o por una decisión consciente del entrenador que le ha alineado solo cuando lo ha creído conveniente sin pensar más allá de lo que realmente le interesa al equipo, que es para lo que le pagan. Pero cuando ha saltado la noticia de que por ocho millones se puede perder a un central que gusta a casi todo el mundo menos a los técnicos del Barça, el club se ha puesto en alerta y ha optado por una decisión que no perjudique a nadie, pero sobre todo, a los intereses del Barça, que es la función de la directiva. Así que entre la opinión de Luis Enrique y la obligación de la junta, se ha buscado una decisión salomónica.

LA SOLUCIÓN. En este tema, Robert hizo de Director Técnico y de portavoz de la directiva a la vez. “No quiero que se desvincule del Barça”. Eso ya daba a entender que se lucharía por evitar su marcha, pues esos ocho millones, más que aliviar las arcas quemarían los ánimos. Había que buscar una solución política y los fontaneros del club la han encontrado, afortunadamente, con el beneplácito del jugador, que por encima de todo quiere triunfar en el Barça. Ahora bien, como con Luis Enrique parece que no podrá ser, pues se busca este impasse de unos o dos años a la espera que de Bartra pueda convencerle con su asentamiento en otro equipo, en el que tenga los minutos y la confianza que aquí no se le dan... o a la espera de que ya no esté Luis Enrique en el banquillo del Camp Nou, que esta es otra. En cualquier caso, hace bien el Barça en salvaguardar un activo deportivo que, económicamente, vale más que esos ocho millones que ahora ingresaría y que indignaría, con toda la razón, a la mayoría de aficionados. Renovarle para seguir manteniendo el control contractual sobre el jugador y cederle, o traspasarle con derecho a recompra, es una buena decisión. Salomónica, sí, pero buena. Y si es salomónica, es porque hay dos partes que no piensan igual.