SOBRE EL TERRENO

Cuando el fútbol inventó su propia justicia

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rosell izco / sport

Emilio Pérez de Rozas

De verdad, en serio, ¿pueden haberse vendido futbolistas? ¿pueden haberse amañado partidos de forma tan descarada? ¿pueden haberse implicado auténticas estrellas del fútbol? ¿pueden haber presidentes de clubs tan mezquinos, tan piratas?

Pues sí, parece ser (y no tan parece, es) que ha sido así. No me extraña que cuando, por primera vez, o segunda, o tercera, interviene la justicia, la justicia de verdad no la deportiva, esa que se inventaron en tiempo de Pablo Porta cuando se hacían llamar ‘la familia del fútbol’ y todas las cuitas las resolvían entre ellos, prohibiendo que los implicados acudiesen a los tribunales ordinarios, se empiece a descubrir que, en el fútbol español, hay tanta mala gente como en cualquier otro sector de esta corrompida sociedad.

Llama la atención la manera que se están descubriendo algunos apaños como, por ejemplo, la facilidad con la que desaparecen millones (sin justificar) de las cuentas de los clubs. Claro que no es la primera vez que eso ocurre. O, peor aún, que todo un equipo, una plantilla, se haya vendido por 2.500 euros, ya que hay sobornos de 100.000 euros para 25 o 26 personas. Venderte es horrible, pero venderte por ese dinero, poner en juego tu honorabilidad, la de tus compañeros, la del club, la del fútbol, poner en juego tu presente y futuro por esas cantidades es un síntoma de que eres corrupto por vicio, no por dinero.

Puede, sí, que muchos de ustedes piensen que soy el más tonto de la clase y que esas maniobras han existido toda la vida. Puede que sea tonto, pero yo, hasta la fecha, siempre he pensado que cuando dos equipos se salvan empatando, empatan. Pero jamás, jamás, he pasado de ahí. Lo que está saliendo estos días (y me temo que esto solo acaba de empezar) corresponde, sí, al descontrol de nuestro fútbol y a la podredumbre que existe en su seno pero, sobre todo, está en consonancia, insisto, con esa ley no escrita, mafiosa, de clanes, de capos, que impera entre ellos, que siempre tratan de resolver sus cosas al margen de la ley. O la justicia que empleamos todos.