Este muerto está muy vivo

El partido del martes tuvo un guión como el de las películas de centro comercial, esto es, el ejército del bueno se carga sin dificultad las hordas del enemigo hasta que este, de forma certera e inesperada, lanza un zarpazo que alarga la emoción de la historia. A pesar de que la trama avanzaba con la seguridad de que el bueno controlaría la situación, especialmente hacia el final, cuando ya tiene el pie sobre el cuello del malo para darle el hachazo final, un inesperado giro argumental alarga la vida de la serie: el bueno falla el golpe mortal. La película termina con un fundido a negro mientras vemos como el malo se aleja tambaleante, al tiempo que nos previene de una inquietante e incierta venganza en la segunda entrega. ¡El malo se escapaba vivo! Esa es la extraña sensación con la que el público abandonaba la sala. Como señuelo comercial es bueno. Así el interés por la segunda entrega no se desvanece. 

La verdad es que después de la derrota torpe e inesperada contra el Málaga, era lógico guardar ciertas reservas para el partido de Champions. Y sobretodo sabiendo que de la misma forma que se depende de Messi cuando se gana también se depende cuando se pierde. Así, Leo influye tanto que, cuando tiene el día, la cosa funciona de manera muy distinta a cuando no. Y en Málaga no lo tuvo.

Cara al partido de vuelta soy optimista. Estoy convencido que fallar un penalti da el coraje suficiente como para querer marcar un par de goles en el Camp Nou y desquitarse del mal sabor de boca de haber dejado escapar “vivo” al enemigo. 

El final del partido fue extraño. No parecía que el Barça hubiese ganado. Por un lado, Alves encajó de mala manera su sustitución pateando una botella de agua; Messi falló el penalti y se marchó del campo muy enfadado consigo mismo, y Neymar casi se pega con un tonto que le estuvo provocando desde la grada. Todo un poco raro.