Inicio Entrevistas “Vivir en la Gran Vía no me impidió ser atleta de élite”

“Vivir en la Gran Vía no me impidió ser atleta de élite”

A los 43 años. A esa edad, Ángel David Rodríguez ha puesto fin al velocista de élite. Hoy, nos queda el recuerdo de un atleta que supo estar a la altura en cada momento.   

 

En su lucha frente al tiempo, ‘El Pájaro’ ha ganado. Ha retrasado su retirada hasta los 43 años. Una lucha que, sin embargo, no fue titánica porque su radiografía es la de un hombre que ha hecho lo que le gustaba. Corrió su primer Europeo en 2002 y el último en 2018. Y en el viaje siempre quedarán esos dos JJOO (Pekín y Londres) que tal vez marcan la diferencia en el recuerdo.

Todo se acaba.
He gastado muchas balas. Me lo he pasado muy bien. He intentado retrasarlo todo lo que he podido. Me seguiré cuidando, pero lo echaré de menos. Pero, al final, es ley de vida.

Se lo ha pasado muy bien.   
Era lo que más me gustaba. Me gusta entrenar, estar con los compañeros, con los rivales. Me gusta comer bien, llevar una vida ordenada. Pero sobre todo estoy agradecido al atletismo, que abrió una ventana en mi vida y que me permitió hasta formar una familia.

Bonito esto.
Pero a mí y a muchos atletas. Hay muchos atletas cuya pareja viene del propio atletismo. La mía era atleta de 400 porque, al final, también es ley de vida. Es la ventaja de ser un deporte mixto.

¿Qué le ha faltado entonces?
Me ha faltado tiempo, pero ahora me falta músculo, porque el cuerpo es muy desagradecido.

¿No ha ganado al tiempo?
¿Por haber sido tan longevo? No creo. Al contrario. Yo diría que he sabido reinventarme. De lo contrario, hubiese sido imposible. El tiempo me cambió y acepté esos cambios. Mi cuerpo cambió y me adapté. Pero esto es normal en el deporte. Hay jugadores de fútbol que, a lo largo de su vida deportiva, cambian hasta de puesto.

Renovarse o  morir.
Yo cambié hasta la técnica de carrera. Pero ésa era mi mentalidad. Siempre fue así.  Yo no estaba ahí, yo no entrenaba para mantenerme, sino para mejorar. Era mi mentalidad. Trataba de respetar esa mentalidad.

¿Y cuándo dejó de mejorar?
Con la pandemia porque en 2020 estaba bien. Aquel invierno iba bien. Con ganas. Veía que podía.  En 2019 había corrido moderadamente bien tras una lesión. Pero cuando nos encerraron cambió. Luego, quise seguir porque me lo pedía la cabeza. Necesitaba bajar a entrenar.

Pero ya no era el mismo.
A ratos, sí. Pero con la edad cada vez cuesta más. Sí es verdad que me volví más paciente porque tenía un Aquiles bastante tocado. Tenía que hacer cosas distintas. No me quedaba otro remedio. Me acuerdo en 2021 que rechacé ir a un campeonato de España y me dije, ‘ya iré en 2022’. Años antes hubiese ido a ese campeonato aunque me arrastrase.

¿Qué queda en su casa del atleta que fue?
De decoración no tengo nada. Las medallas están en casa de mis padres en algún cajón. Pero sí me queda la ropa para ponerme a entrenar y zapatillas. Sobre todo, zapatillas. He sido muy friki de las zapatillas. Es más, tengo un par de clavos sin estrenar, que se van a quedar ahí por si algún día me apetece. Le confieso que cuando entrenaba me ponía clavos cinco o seis veces a la semana. Para mí no era problema.

Fue un atleta atípico. Recuerdo que vivía en el centro de Madrid, en pleno bullicio de la Gran Vía.  
Sí, en la calle Leganitos.

¿Y por qué ahí?
Yo tenía un familiar que vivía en la Gran Vía e iba a verle y decía, ‘yo quiero vivir aquí algún día’. Luego, estudié Turismo en una privada que también estaba en Gran Vía. Y, sí, siempre quise vivir allí. Y lo conseguí y no me impidió nada. Tenía la Línea 10 de Metro que me permitía ir de norte a Sur de Madrid. El bus en Príncipe Pío para ir a Mostoles.  Me compré una moto y me di cuenta de lo bien que se vive en Madrid en moto. Fue divertido. Bajaba en diez minutos a la Blume.

Luego, cambió.
Me fui a vivir a Argüelles y ahora estoy en Acacias, que es una zona más tranquila, sí.

Como padre cambió.
Sí, como todos. Fui padre en 2018 y la paternidad te cambia. Me cambió tanto que mi hijo ha venido conmigo algunas veces al módulo de la Blume. Ha venido y volverá porque habrá más.

¿Y cómo corre?
Por ahora corre demasiado

¿Hablamos de relevo generacional?
No. Por ahora hay que dejarle que se lo pase bien.

¿Qué fotografía se lleva del atletismo?
La imagen de satisfacción del entreno que parecía muy difícil y conseguías acabar. Ese momento que pensabas que no podías hacer y lo hacías. Para mí esa es la imagen de muchos años y de lo que representa el atletismo. Porque esas son las satisfacciones propias más allá de lo que luego diga la gente.

Al final, es lo que más vale.
Cuando trabajas mucho tiempo para conseguir algo se agradece. El problema es que en el atletismo no trabajas a corto plazo. Por eso es más difícil de entender para la gente de fuera. Yo me he tirado dos o tres años picando piedra para correr diez segundos.

¿Pudo hacer más?
He entrenado bastante. No sé si bien. Pero bastante, sí, y creo que he hecho lo que tenía que hacer. Y, a veces incluso, de más. Y eso es lo que me llevo. Me llevo, como le digo, emociones. Me llevo satisfacciones. Y también me llevo momentos malos, me he dejado mucha vida en una especialidad en la que bajar una sola centésima es muy difícil.

¿Y dónde tocó el cielo?
Creo que en ceremonia de apertura de los JJOO Pekín.

¿Ahí sintió que podía morir tranquilo?
Un poco, sí, porque tenía 28 años y, por fin, había llegado a unos Juegos. Me había costado pero lo logré. Y es verdad que allí sentí bastante más de lo que esperaba, porque la organización invirtió mucho dinero. Se pasaron mucho. Siempre me quedaré con ese recuerdo.

¿Va a vivir mejor ahora?
No. Al final, siempre buscas responsabilidades. Entre el trabajo y el niño no tienes mucho tiempo libre. Igual lo que tienes son más fines de semana libres. Pero, al final, todos los atletas lo echan de menos. Conozco a gente con 80 años y todos dicen que siguen siendo atletas. Yo no voy a ser una excepción.

Morirá velocista entonces.
Sí, eso espero.

¿Y qué le hizo velocista?
No sé. Tengo una espina con la longitud. Me gustaba mucho. Pero si le digo que yo empecé jugando al fútbol sala con eso creo que se lo digo todo.

Ha sido un grande.
Me gusta el ecosistema del atletismo. He tenido la suerte en mi vida de dedicarme a algo que me gusta. Creo que es lo que me ha permitido diferenciarme porque me gusta saber lo que pasa y como funciona el atletismo por dentro y por fuera.

 


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