En el Medio Maratón de Valencia (que, por cierto, vivió su récord de ‘finishers’ con más de 17.000 en un contexto en el que todas las pruebas han decaído de forma alarmante) vimos una imagen que ha dado la vuelta y ha corrido por todos los foros atléticos. Un participante sufrió una pájara monumental, apenas se podía sostener en pie. Casi desmayado, sin poder fijar la vista al frente, fue penosamente acompañado por los equipos sanitarios hasta la línea de meta. Justo al cruzarla, medio ido, reparó, ojo al dato, en el reloj. Paró el tiempo para, imaginamos, que constara en Strava o en la aplicación que sea que use. Ha sido una de las imágenes más comentadas estos días en las redes sociales. ¿Vale la pena?
No obsesionarnos
La obsesión por el crono, por mejorar ritmos, el ‘pique’ existente entre corredoras/as por superarse. Tiene, como casi todo, connotaciones positivas y negativas. Es bueno querer superarnos y superar nuestras barreras psicológicas y físicas, pero ¿a qué precio? El problema aquí es conocer nuestro cuerpo, saber cuándo hemos sobrepasado el límite. El umbral. A partir de qué momento estamos poniendo en riesgo nuestra salud. Todos hemos acabado una carrera con flato, con molestias. Porque nos da rabia retirarnos. Aunque el viejo dicho de “a veces una retirada es una victoria” se debe emplear seguramente con más frecuencia.
Ese vídeo, esa cámara que sigue durante 50 metros eternos al corredor que sufre una pájara, debe generar un impacto positivo en el mundo ‘runner’. No todo vale.
