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La cara ‘B‘ de la España emergente

Los dos relevos 4x100 se colgaron la medalla de plata | RFEA

El estadio Kadriorg de Tallinn, en Estonia, fue testigo del mejor campeonato de Europa Sub23 de la historia por parte de la selección Española. 15 medallas y 29 finalistas, superando las 10 medallas de Ámsterdam 2001 e igualando en puestos de finalistas los conseguidos en la pasada edición de Gävle 2019, ocupando así una excelente cuarta posición en un medallero que por momentos llegó a liderar.

Mientras el Consejo Superior de Deportes o el mismísimo Secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Franco, se hacían eco del éxito cosechado en Tallinn, todo un campeón de Europa como Álvaro Martin, ponía negro sobre blanco sobre el actual sistema de ayudas federativas a estos prometedores atletas. En concreto, denunciado la falta de ayudas directas por parte de la Federación Española de Atletismo aun siendo atletas con la condición de medallistas o finalistas en este campeonato.

Y, claro, en un clima de euforia colectiva por los resultados obtenidos que invita a cierto optimismo sobre el futuro del “nuevo” atletismo nacional, los tuits de este graduado en ciencias políticas y atleta consagrado aportan un punto de vista muy interesante -y preocupante-, para informar de una dura realidad en la trastienda atlética a menudo desconocida.

En un deporte con superávit de pasión y escasez de recursos, lo que ha hecho el marchador extremeño es dar visibilidad a un deshilachado sistema de ayudas azotado durante años de recortes, donde los resultados actuales más bien podrían ser atribuidos a una “generación espontánea” gracias al esfuerzo de atletas y entrenadores y no tanto a una apuesta institucional y federativa que facilite la transición al profesionalismo. 

Y es que las ayudas al rendimiento y la preparación, así como la identificación y retención del talento es una cosa que suele quedar bien como lema en este país (recogido también en el memorándum “Estrategia de desarrollo de la RFEA-Horizonte 2030-”) pero una vez llega a la oficina acostumbra a quedarse traspapelado bajo una montaña de papeles.

Ojalá ahora no pase y este atletismo emergente haya venido para quedarse porque este deporte tiene mucho de ingrato y llega ese maldito día en que, como los amores no correspondidos, uno puede cansarse de mover montañas a cambio de nada.


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