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¿Es bueno hacer deporte con una infección respiratoria?

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Todos hemos sufrido alguna infección respiratoria a lo largo de nuestra vida, con síntomas más o menos intensos, pudiendo limitarnos para seguir nuestro ritmo diario. La práctica deportiva es una gran aliada de nuestra salud, pero cuando nuestro organismo está intentando solventar un estrés infeccioso, nuestro sistema energético y metabólico estará desviado a combatir esa infección, por lo que podríamos resentirnos durante la práctica deportiva.

En este artículo veremos los efectos que se producen en nuestro cuerpo cuando sufrimos una infección de las vías respiratorias, qué podemos hacer para acelerar el proceso de recuperación y para evitar recaídas o reinfecciones.

Índice de contenidos del artículo

¿Qué es un infección respiratoria?

Una infección respiratoria se produce cuando un microorganismo viral, bacteriano o fúngico (o una coexistencia de varios), invade nuestras mucosas respiratorias y comienza a proliferar en ellas. El sistema inmune se activará para intentar detener su progreso pero, en ocasiones, se verá sobrepasado por la rápida proliferación del patógeno.

Las infecciones respiratorias son las infecciones más frecuentes a nivel mundial; la ciencia y las organizaciones sanitarias se esfuerzan por encontrar estrategias preventivas y para evitar su diseminación.

Estas infecciones pueden afectar el sistema respiratorio superior (nariz, senos paranasales, laringe) o el inferior (tráquea, bronquios, alvéolos, pulmones). Comúnmente, suele iniciarse una infección de vías respiratorias altas, proliferando a los pocos días al tracto respiratorio inferior, con afección global del tracto respiratorio.

Pueden ser leves, con escasos síntomas y rápida recuperación, o complicarse requiriendo una asistencia médica.

Síntomas de una infección respiratoria

Los síntomas pueden variar según la zona del sistema respiratorio afectada, y de la gravedad. Los síntomas más comunes son:

Tos

Es uno de los primeros síntomas en aparecer, debido a la presencia de un patógeno en la mucosa respiratoria, de secreciones en la vía aérea, o por la irritación de la pleura, en los casos en los que se vea afectada. A medida que la infección avanza, la tos será más intensa debido a la inflamación que se está produciendo en el sistema respiratorio, y a las alteraciones en el umbral de los receptores tusígenos.

Incluso si el foco inicial es en la vía respiratoria superior, sin llegar a proliferar a vías bajas, las secreciones producidas caerán a la garganta y estimularán el reflejo tusivo.
Sin embargo, hay ciertas personas que tienen disminuido el reflejo de la tos, o que tiene problemas de aclaración mucociliar (el sistema de limpieza de las mucosas respiratorias), por lo que serán las más vulnerables a que la infección se complique.

En ocasiones, la tos puede durar varias semanas, incluso meses, tras superar la infección, como consecuencia de las alteraciones provocadas en las vías neurológicas del reflejo de la tos, o por espasmo bronquial.

Mucosidad

Se produce debido a la inflamación generada por la presencia de agentes patógenos en las mucosas respiratorias. Esta inflamación es una consecuencia del ataque de los leucocitos, al producir “moléculas corrosivas” para intentar matar a esos microorganismos nocivos. Cuando la mucosidad se torna marronácea o verdosa, indica una intensidad importante del ataque inmunitario, y la muerte en combate de esos leucocitos, acompañado de restos del patógeno intruso.

Congestión nasal

Se debe a la inflamación y plenitud de mucosidad de las mucosas nasales y senos paranasales, obligando a adoptar una respiración bucal.

Opresión en el pecho

Se produce por la irritación traqueal y/o bronquial durante el proceso infeccioso. En ocasiones se acompaña de broncoespasmo (cierre de los bronquios), sobre todo en personas con asma conocida o con predisposición a tenerla con las infecciones. También podría ser por la presencia de un neumotórax, por los episodios de tos intensa, en personas a riesgo.

Dolor torácico

Puede ser de origen muscular, derivado de la sobreutilización de los músculos respiratorios, y de adoptar posturas con las que la persona respire mejor. En otras ocasiones, puede ser debido a una fractura costal, cuando se ha sufrido de episodios de tos muy intensa, sobre huesos osteopénicos.

Si la infección ha evolucionado y se ha afectado la pleura (revestimiento de los pulmones), el dolor es lancinante y se acentúa con cada respiración, normalmente en la parte baja del tórax.

Otro origen podría ser por una costocondritis o síndrome de Tietze, por diseminación de la infección bronquial a los cartílagos costo-esternales, con un dolor en el centro del tórax, que se agrava con los movimientos respiratorios.

Fiebre

Si el patógeno ha conseguido pasar al torrente sanguíneo, el sistema inmune manda señales al cerebro para que se estimule la producción de calor corporal, como intento de liquidar al intruso.

Adaptaciones del organismo durante una infección respiratoria

Cuando se produce cualquier tipo de infección, nuestro cuerpo tiene unas estrategias inmunitarias y de protección. Lo primero que se produce es un estado de estrés, por lo que las funciones no vitales disminuyen para priorizar la energía a combatir la infección, siendo esas adaptaciones más acentuadas a mayor gravedad del proceso infeccioso. Veamos las etapas que se van sucediendo:

Aumento del metabolismo basal

Se demandará mucha energía para dotar a las células inmunitarias, por lo que se van a ir vaciando las reservas de glucosa en hígado y músculos, y posteriormente, si se requiriese, las reservas de grasa. Además, se precisará obtener glutamina y otros aminoácidos, obteniéndolos, normalmente, del músculo estriado. Si no se mantiene una buena ingesta de nutrientes que supere a las pérdidas, veremos mermado nuestro tejido muscular, y sentiremos mialgias.

Aumento del consumo de oxígeno y eliminación de dióxido de carbono

El oxígeno es necesario para producir energía y radicales libres contra los patógenos. Esto conlleva una mayor demanda del propio sistema respiratorio para obtener más oxígeno y, al mismo tiempo, retirar el CO2 de la actividad celular, que está aumentada. Como consecuencia, se elevará la frecuencia respiratoria basal. También habrá mayor estímulo cardiovascular para movilizar rápidamente la sangre oxigenada, el dióxido de carbono y otros nutrientes, y, si hay fiebre, se provocará igualmente un aumento de la frecuencia cardíaca. Pulmones y corazón van a ser, a su vez, grandes consumidores de oxígeno al incrementar su actividad.

Aumenta las necesidades de descanso

Debido a las exigencias metabólicas durante una infección, también se requerirá un aumento de la reparación celular, tanto a nivel tisular como a nivel de las moléculas del sistema inmune. Es por ello, que la persona enferma necesita aumentar sus horas de sueño, porque es precisamente es ese momento donde se producen todas los mecanismos de puesta a punto de la homeostasis interna. Además, también permite el descanso del cerebro, considerado como un gran demandante de glucosa.

Deporte durante infección respiratoria

Ya hemos visto que una infección respiratoria va a solicitar gran parte de nuestra energía y nutrientes, siendo como hemos dicho mayor la demanda cuanto más grave sea la infección. Si sometemos a nuestro organismo a otro estrés, como es una actividad física intensa:

  • Tendremos una mala coordinación respiratoria debido a la mucosidad, la congestión y la tos, que se agravará con el aumento de la frecuencia respiratoria al hacer deporte.
  • Irritaremos la mucosa respiratoria al hiperventilar, sobre todo en ambiente frío y seco.
  • Solicitaremos mayor demanda de oxígeno y energía para ejercitar unos músculos debilitados, agravando la pérdida de masa muscular, de reservas de glucógeno y de glutamina.
  • Someteremos a nuestro sistema cardiovascular a un esfuerzo extra para cubrir los nutrientes necesarios para la actividad muscular, obtener más oxígeno y eliminar más dióxido de carbono.

Entonces, ¿el deporte intenso no está recomendado ni siquiera si es un catarro leve? Digamos que no es lo más recomendable, porque vas a fragilizar a tu organismo. Sin embargo, una actividad física suave, en ambientes que no sean agresivos para la mucosa respiratoria (que no sean fríos y secos), tiene un efecto totalmente favorable: nos ayudará a movilizar la sangre, ventilar los pulmones y facilitar la expulsión de mucosidad, a oxigenarnos, a mejorar la inflamación de la mucosa respiratoria, ejercerá un estímulo positivo sobre el sistema inmune, y nos ayudará sobrellevar el aspecto psicológico de la convalecencia con mayor optimismo.

Pautas a seguir durante una infección respiratoria

Lo más sabio que podemos hacer en estos casos, es detectar las necesidades de nuestro organismo, más que seguir a nuestro ego de intentar continuar con nuestro ritmo de vida habitual, y centrarnos en recuperarnos lo antes posible.

A pesar de las recomendaciones médicas que te hayan podido dar, debes proponerte algo más por tu parte:

Adaptar la actividad física

Como hemos dicho, hay que adaptar la actividad física a algo más suave y adecuado a nuestro estado de salud, pudiendo ser ideal un trote muy suave, bici suave, o simplemente un paseo si realmente sintiéramos mucha debilidad. Tampoco es un drama si debemos retirarnos unos días de nuestro grupo de entreno (además así evitaremos contagios innecesarios).

Alimentación adecuada

Adoptar unas pautas alimentarias enfocadas a obtener los mejores nutrientes para el sistema inmune, con nutrientes como:

  • antioxidantes como vitaminas C, E, carotenos y polifenoles (alimentos de color rojo, morado, naranja, amarillo, verduras de hoja verde)
  • selenio (mariscos, nueces de brasil, ajo)
  • omega 3 ( granos de chia, de lino, pescados azules, algas)
  • cisteína (soja, arroz, cereales integrales, cebolla, repollo)
  • glutamina (carnes y pescados)
  • zinc (carnes , mariscos, legumbres, cereales integrales)
  • magnesio (frutas, cereales integrales, frutos secos)
  • y vitamina D (yema de huevo, champiñones, pescados azules, lácteos)

Privilegiar el descanso

Tal vez necesites dormir más horas de lo que estás habituado, por lo que, déjate llevar, y tu sistema inmune se verá totalmente agradecido.

Conclusión

Cuando sufrimos de una infección respiratoria, debemos adaptar nuestra actividad física a nuestro estado de salud, junto con un buen descanso y unas buenas pautas alimentarias. Será la mejor opción para no caer en la desesperación de no poder hacer deporte, al tiempo que ayudamos a nuestro organismo a recuperarse antes y a evitar recaídas.


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