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El atleta que dejó el ciclismo profesional para trabajar en una fábrica de galletas por la noche

Dejó el ciclismo profesional para trabajar por las noches en la fábrica de galletas de su pueblo en Palencia. Un caso excepcional el de Marcos Rojo, que hoy está en la frontera de convertirse en atleta de élite. 

Tiene 30 años y hasta los 24 fue ciclista profesional en Burgos BH. Hoy, Marcos Rojo es atleta y gana carreras y tiene aspiraciones muy altas. Pero, sobre todo, le acompañan las ideas claras en este viaje en el que no todo es correr. Ha estudiado Comunicación y su último trabajo ha sido el de retransmitir la Vuelta a España sub-23 de ciclismo.

Fue ciclista profesional.
Así es. He sido ciclista 17 años. Llegué a ser profesional y estuve solo esa temporada y lo dejé.

¿Y por qué?
No era lo que esperaba. Como todo, tiene muchas aristas. Pero yo tenía una imagen de como iba a ser mi vida cuando fuese ciclista de élite y no se ajustó para nada a la realidad. Me desilusioné. Decidí dejarlo.

¿Y no le faltó paciencia?
Hay quien dice que sí. Pero había cosas que eran insalvables. Había cosas que no iban a cambiar y no se ajustaban a mi manera de ver el deporte. Sabía que no iba a ser Contador, sabía que iba a ser solo un gregario y quería darle un cambio a mi vida.

¿Y cómo fue el día después?
Eso sí fue muy duro. Fueron días que para mi y para mis padres se quedan. Yo no soy de llorar y estaba todo el día llorando. Vivía por y para dar pedales. De repente, todo cambió. No tenía ni que hinchar las ruedas de la bici ni desayunar nada específico…, todo eso se hizo duro. Pero como lo puede ser dejar una pareja, dejar un trabajo…

Son duras las despedidas.
Son costosas. El ser humano es un animal de costumbres y cuesta mucho encontrar la estabilidad y empezar de cero, con todo lo que conlleva, es duro. Yo montaba en bici desde los 7 años gracias a mi padre, que era un fanático de Induráin. Pero hoy, con 30 años, estoy convencido de que fue una decisión correcta. Han pasado seis años.

¿Y cómo han sido estos seis años?
Han sido muy largos. Pero  me he sacado una carrera universitaria (Comunicación) y he estado dado de alta en la Seguridad Social. He trabajado en la fábrica de galletas de mi pueblo (Aguilar de Campoo), un trabajo físico en el que cargaba y descargaba camiones, transportaba palés… Pero era feliz.

De ciclista a operario. 
Sí. Y le diría más. De firmar autógrafos a los niños a trabajar ocho horas por las noches. Entraba a las diez y salía a las seis de la mañana. La gente se quejaba pero yo, acostumbrado a pasarlas canutas entrenando en invierno, valoraba estar bajo techo, en una nave.

Nadie le impuso dejar el ciclismo.
Fui yo, yo mismo. Lo dejé en 2017 con 24 años. Estuve un año haciendo todo lo que no hice de ciclista. Salí de fiesta. Jugué al pádel. Jugué al fútbol y fue jugando al fútbol cuando me di cuenta de que lo mío era correr porque casi sin entrenar estaba entre los primeros en las carreras populares. No tenía ni licencia hasta que en 2019 me fichó un equipo.

Y esto trabajando por las noches.
Sí. Dormía por las mañanas y estudiaba y entrenaba por las tardes.

¿Y cómo ha ido todo?
He tenido dos lesiones muy gordas. Tuve una rotura parcial del tendón rotuliano de la rodilla que me tuvo un año parado. Luego, después de la pandemia,  hubo problemas de salud en mi familia y me lesioné de las dos rodillas. Pero en 2022 todo se arregló. Fue un año fabuloso y para mí, que soy culé, hasta fiché por el Barcelona.

Lo celebro. 
Ahora, estoy en el mejor momento de mi vida a todos los niveles. Me siento cómodo conmigo mismo.  Me estoy entrenando yo mismo. Desde el verano decidí hacerlo así. Me encuentro con unas sensaciones fantásticas. No estoy rápido, pero tengo base.

¿Y se machaca mucho?
Todo lo que me dejan las rodillas, porque vivo con unas molestias permanentes en las dos. Pero entreno todos los días. A veces, hasta doblo. Me salen unos 110 o 120 kilómetros a la semana. Vivo en Santander y el único problema es que tengo que coger el coche para ir a entrenar. No toco el asfalto. Voy al pinar de Liencres y a las marismas negras en El Astillero. Y, si es algo más específico, ahora voy a la pista de La Albericia.

¿A qué aspira?
No me pongo límite. Pero sobre todo a no tener lesiones graves. De momento, voy para arriba. He corrido dos campeonatos de España y he caído en semifinales. Mi meta es llegar a la final en 5.000 que creo que es mi distancia.

¿Y es más duro ser ciclista o atleta?
Ciclista. Bastante más. Me lo pregunta la gente. En el entreno le echas más horas. Había muchos días que estaba siete horas. Tenía frío a 40 kilómetros por hora y, sobre todo, en la competición, al ir sentado en bicicleta, llegaba a un nivel de sufrimiento que no puedes alcanzar corriendo. En el ciclismo he llegado a 197 pulsaciones y ahora me cuesta horrores alcanzar 190. Ni aunque haga series de 400 a tope.

Las series de 400 son muy duras.
Ya lo creo. Yo acostumbro a hacer 20×400 recuperando un minuto en caminos de gravilla.

Lo más importante es que ha encontrado su sitio.
Este deporte me encanta. Si me sale un trabajo, me vale con meter las zapatillas en el maletero del coche. Sin embargo, en el ciclismo era diferente. Yo salía lloviendo, granizando y hasta después de nevar. Bajabas un puerto a 70 km por hora y te quedabas congelado. Ahora ya no me pasa esto.

 


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