Impresionante la historia que nos trae ‘New York Times’. Engloba el maratón, la cuna del fondo mundial y el conflicto bélico en Ucrania. Resulta que un maratoniano olímpico ucraniano que estaba entrenando en Kenia, Mykola Nyzhnyk, recibió cuando estalló la invasión rusa una llamada de su mujer embarazada. Había escuchado un fuerte estallido de cerca de su casa, a unos 20 kilómetros de Kíev.
Sirenas y humo. Mykola le dijo que pusiera los enseres esenciales en una mochila y saliera de allí. Se refugió en casa de unos amigos en la capital. En aquel momento la vida del atleta cambió por completo. Empezó un viaje épico de unos 8.000 kilómetros para regresar a su país. El fondista ucraniano había aterrizado el 27 de enero en Iten, ‘Thw Home of the Champions’, para preparar el Maratón de Hannover. El que iba a darle, si todo salía bien, el pasaporte para el Mundial de Eugene y para el Europeo de Munich.
Un día a día tranquilo, levantándose pronto para entrenar, con mucho descanso. El secreto de los keniatas para lograr sus grandes marcas. Más allá de la genética obvio. Cuando recibió aquella llamada de su mujer, Roman Fosti, su compañero de entrenamiento y dos veces olímpico, le conminó a correr para intentar liberar la mente. Pero Mykola no podía, sabía que su deber pasaba por volver e intentar ayudar en lo que fuera a su país. Viajó en avión de Nairobi a Budapest y de allí algunos voluntarios lo ayudaron a cruzar la frontera.
Pudo reunirse hace unos días con su mujer (que también es atleta y participó en los 10.000 metros en los Juegos de Londres’12) en Lviv, donde está a resguardo de las bombas. Quiere alistarse a las milicias, pero de momento está ayudando a la evacuación de los civiles. “Me gustaría que se llamara Myroslava”, dice Mykola respecto a la hija que su mujer lleva dentro. Significa “paz”.
