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Ser valiente.

“Te  dejo  de seguir porque no me creo que la vida sea tan perfecta”. Recibo muchos comentarios en mis redes, pero este me llamó especialmente la atención. Siendo ahora un momento dulce en el atletismo me apetecía contaros como ha sido mi vida y las situaciones que he vivido. He pasado por muchos momentos buenos y otros tantos complicados, pero no quitaría ninguno porque gracias a todas y cada una de estas situaciones, soy como soy.

Nací un 30 de mayo de 1995 y desde el primer momento mis padres vieron que sería una niña inquieta. A los 6 meses de edad me puse en pie por primera vez y a los 8 meses ya andaba. Con una chichonera en la cabeza se pueden hacer muchos kilómetros.

Me crié en Benissanet, rodeada de naturaleza y de mis mascotas; un gato, un perro y un caballo de nombres Tula, Goig y Kisbert. Mis  padres dejaban que experimentase, me ensuciase y corriese  feliz. Me inculcaron el amor y respeto que siento por los animales, me hicieron verlos como iguales y conectar con ellos de una forma especial.

Muy curiosa desde bien pequeñita y con alguna idea de bombero siempre en la cabeza, fui creciendo. Cumplí los tres años y tocó entrar en el colegio. Hija única y tímida…ya podéis imaginar lo que me costó integrarme. Me llamaban espaguetti, palilllo…y todo lo que se os ocurra. Fui creciendo y la verdad es que nunca llegué a sentir que encajaba bien, pero en ese momento eso no era ni un problema ni una preocupación real para mi. Sería años más tarde cuando me daría cuenta y comprendería bien la situación.

Cumplí los 6 años. Era verano y hacía calor, vi que mi padre salía a correr y decidí ir con él. Me lo pasé muy bien y me piqué en el esprint final. Recuerdo que me enfadé porque me dejó ganar y le dije que algún día conseguiría ganarle sin trampas.

Pasaron los días y cada vez me apetecía más acompañar a mi padre, siempre hemos estado muy unidos y gracias a su amor por el deporte empecé mi bonita historia con el atletismo. Un mes después se celebraba la primera milla en mi pueblo y decidí apuntarme. Sorprendentemente gané. Entonces vi lo mucho que me gustaba correr y lo mucho que me gustaba competir (me piqué con todos los niños mayores que corrieron conmigo). En ese momento empezó todo…..

ingrid pino

Recuerdo que estaba cenando con mis padres una noche calurosa de verano y les dije que quería hacer atletismo. Los dos se miraron y sonrieron. Ese septiembre inauguraron una escuela de fútbol en mi pueblo y preguntamos si alguien podía entrenarme. Llegó el primer día y me arrepentí de haberme apuntado. ¿Quién me mandaba a mi meterme en una escuela con muchísimos chicos mayores futbolistas? Me moría de vergüenza pero pronto se me olvidó cuando conocí a la que sería mi entrenadora, Meritxell. Empecé a ir 2 días a la semana e iba dando vueltas al campo de fútbol. Pronto hice amigos y cada vez aguantaba más vueltas seguidas.

No  me  importaba  entrenar  sola. Me  apunté  a  mi  primer  cross  en  edad  escolar representando a mi colégio. Todo el mundo me dijo que había niñas muy buenas y empecé a ponerme nerviosa. Recuerdo que me dolía mucho la barriga, entonces mi madre me hizo tumbar en el suelo y empezó a darme un masaje. La gente nos miraba curiosa pero hizo que recuperara las fuerzas y las ganas de correr. Este sería un ritual en las siguientes competiciones.

Salí y no me sabía ni el circuito. Iba siguiendo a una niña que iba delante y entonces en el esprint final, gané. No me lo podía creer, me sorprendí pero no le dí mucha importancia. Esto me ha pasado siempre, quizás porque me cuesta asimilar las cosas o quizás porque soy así. Una vez alcanzado un objetivo, voy a por otro sin detenerme mucho tiempo en lo que acabo de lograr.

Entonces empecé a ganar los croses de mi zona, me había acostumbrado a correr con 12 rivales y me sentía cómoda en ese ambiente. Pero entonces llegó el momento de enfrentarme a mi primer Campeonato de Catalunya de Cross en la categoría Benjamín. Siempre recordaré ese día.

Días antes estaba muy emocionada, era mi primer viaje “largo” (era en Sabadell y me parecía super lejos) para ir a competir y me hacía mucha ilusión. Llegamos a la competición y cada vez estaba más nerviosa, veía como las otras categorías corrían y empecé a asustarme por la cantidad de gente que había por todos lados. Fui a calentar con mi amiga Claudia y le dije a mi padre que no estaba segura de si quería correr. Él me miró sin saber que hacer y me dijo que todo iría bien, me hizo reír y me relajé un poco.

Minutos después estaba en la línea de salida con 200 rivales más (casi todas más altas que yo, todo hay que decirlo) y me bloquee. Mi padre estaba detrás de mi junto a los otros padres y entrenadores. Entonces me giré, le miré y empecé a llorar. Mi padre fue a abrazarme pero una entrenadora le paró y le dijo: “si la sacas ahora, siempre tendrá miedo”. Y entonces el juez dio la salida y mi padre me empujó y me dijo que fuese valiente.

Los 900m más largos de mi vida. Conseguí quedar la 31 a pesar de tirarme toda la carrera llorando. Siempre que lo recordamos en mi casa nos ponemos a reír y pensamos en que hubiese pasado si mi padre me hubiese abrazado y protegido en ese momento. Aún ahora se siente culpable por no haberlo hecho , pero una vez más le doy las gracias por haberme dado el empujón que necesitaba no solo para empezar la carrera, sino para ser la atleta que soy ahora.

Continuará…


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2 COMENTARIOS

  1. comprensible el pànic de la jove atleta i la reacció del pare… MOLT oportuna i interessant la reflexió de l’entrenadora en el moment de la sortida 🙂

    estem sobreprotegint massa als petits; han d’aprendre a superar moments de pors, d’incertesa, de frustració, d’abisme…educar un jove és que VISQUI tot això.

    Molt bé que l’Ingrid ens comenti aquesta experiència en positiu. Aquella escena la va fer créixer 🙂 molt bé campiona!

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