Pues claro que hay controles antidopaje

El covid-19 eclipsa un tema que antes ocupaba la atención de todos

El tema del dopaje queda eclipsado por el COVID

El tema del dopaje queda eclipsado por el COVID / sport

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Poitiers es una ciudad calurosa que se encuentra por la autopista si se sube en coche hacia París. El parque temático de Futuroscope, a las afueras, la colocó en el mapa francés y europeo. Y en Futuroscope, una vez, cuando el dopaje parecía que se cargaba un deporte centenario llamado ciclismo, Jean-Marie Leblanc, que fue director del Tour hasta los inicios de este siglo, reunió a todos los corredores. Los citó en el centro de congresos del parque. Allí estaban todos los inscritos escuchando la arenga del jefe del Tour. Que fueran buenos, que se portasen bien y que se olvidasen de tomar fármacos prohibidos, que daban muy mala imagen, que los patrocinadores se iban y que si seguían así destrozaban algo más que el Tour.

Ocurrió el año 2000. Hacía dos de los escándalos del Tour de 1998, el del dopaje, el de ciclista arrancándose el dorsal, en huelga, sentados en la carretera, mientras otros pasaban por comisaría y eran retenidos por la policía. Un desastre, un Tour para olvidar. Entre los corredores que asistían al discurso de Leblanc estaba Lance Armstrong, que se preparaba para el segundo viaje a ninguna parte después de llegar con el jersey amarillo a París el año anterior. Aún faltaban cinco años para completar las siete victorias que han sido eliminadas del historial de la prueba.

Controles igual que siempre

El covid-19 ha desembocado en un olvido, al menos mediático, de la lucha contra el dopaje. Pero se siguen haciendo controles igual, cada día, y en la jornada de descanso no solo hubo pruebas PCR, sino de sangre y orina, en estos dos últimos casos para buscar sustancias prohibidas más allá del virus, para comprobar el hematocrito en la sangre no fuera que algún inconsciente volviera con la dichosa EPO y hasta tomar datos para el llamado pasaporte científico, tan complicado como complejo, pero que sirve a los especialistas para apreciar si hay alteraciones sanguíneas que evidencien que el deportista está tomando algo raro para mejorar el rendimiento.

De hecho, desde el 2015 no ha habido un solo positivo en el Tour. Y van cinco ediciones, cuando años anteriores había que mantener la clasificación general congelada unos meses, como las muestras sanguíneas, hasta verificar que nadie había hecho trampas. Y se han visto, aparte de Armstrong, casos sonados, de ganadores que luego han tenido que devolver el jersey amarillo, con más o menos polémica, con más o menos implicación de las autoridades de su país, con más o menos evidencias, pero allí están los casos de Floyd Landis en el 2006 y de Alberto Contador en el 2010, a consecuencia en este último caso del famoso episodio de un filete comprado en Irún y comido en Pau, la ciudad de los sobresaltos del Tour.

Los fines de semana

Ahora apenas hay fotógrafos apostados en el camión donde cada día orinan los ciclistas. Desde allí las muestras se envían al laboratorio de París y se analizan de lunes a viernes. Antes, las etapas en fin de semana ofrecían un respiro porque como no trabajaba el laboratorio todos sabían que no habría sobresaltos y que la información deportiva ocuparía todo el espacio del Tour en paz y tranquilidad.

Cualquier día podías comenzar a cerrar el ordenador, a despedirte de las redacciones centrales y entonces se escuchaba una especie de murmullo. Había un positivo de última hora, que obligaba a volver a sentarse ante el teclado y enviar a hacer puñetas todo lo escrito anteriormente.

La operación Puerto

Ocurrió tantos y tantos años, sobre todo desde el 1998, cuando estalló la caja de los truenos, y se aceleró en el 2006 debido a la operación Puerto, la trama de dopaje liderada por el médico canario Eufemiano Fuentes y que cuestionó las hazañas de la mayoría de grandes campeones de la época. El Tour se iniciaba en Estrasburgo y hasta horas antes de la salida de la primera etapa no se supo con certeza que corredor podía participar. Leblanc hablaba con las autoridades españolas y la Gendarmería con la Guardia Civil. Un verdadero caos.

Y así se siguió pedaleando muchos años, hasta que el dopaje quedó aparcado, incluso antes del coronavirus. Ahora los positivos que ocupan la atención son los provocados por el covid. Posiblemente, en este caso, los ciclistas son más víctimas que culpables porque ya se sabe que, en ocasiones, por muchas precauciones que se tomen el virus entra en el cuerpo. Pero siempre, por una razón u otra, hay que 'pedalear' hasta París con el alma encogida.