Ray Zapata, Premio Valores Deportista Masculino

Medalla de plata en Tokio, el gimnasta Ray Zapata superó vicisitudes desde niño para cumplir su sueño olímpico

Pocos creyeron en sus posibilidades pero Ray tenía un sueño y luchó hasta conseguirlo en Japón

Ray Zapata, Premio Valores Deportista Masculino

Ray Zapata, Premio Valores Deportista Masculino

Àngels Fàbregues

Àngels Fàbregues

El nombre de Ray Zapata quedará para siempre jamás ligado a los Juegos Olímpicos, al podio olímpico, a una merecidísima medalla de plata olímpica y, sobre todo, a una fuerza de voluntad y sacrificio que van más allá del olimpismo, son para este gimnasta, valores de vida. 

La historia de Ray empieza cuando tan solo era un niño de 9 años cuando abandonó su país natal, la República Dominicana, para emigrar con su madre Raysa y sus hermanos a España, concretamente a Lanzarote. No fue nada fácil para su mamá sacar adelante a la familia. Fue sin duda una historia de superación, de problemas económicos, de dificultades derivadas de su condición de inmigrante y de lucha contra el racismo. 

Pero una luz brilló para marcar el camino. Su pasión por la gimnasia salvó a su familia del desahucio, pero a punto estuvo de abandonar su carrera porque no llegaban los éxitos. Ray no es de los que se rinden así que luchó persiguiendo su sueño y a los 20 años (un edad ya tardía para un gimnasta) consiguió entrar en el CAR de Madrid gracias a que Gervasio Defer y Víctor Cano vieron en él algo especial.

El CAR de Madrid, clave en su carrera

De ahí pasó a la selección española. Fue ese momento, diciembre del 2013, el que le cambió la vida. Se fue a Madrid a trabajar con el equipo nacional y dio resultados casi desde el principio. En el 2014 fue bronce en la Copa del Mundo de Cottbus en la prueba de salto. Al año siguiente ganó el oro en los Juegos Europeos de Bakú y el bronce en el Mundial de Glasgow, ya en suelo. Los Juegos Olímpicos de Río 2016 fueron su gran decepción. Se quedó a las puertas de la final de suelo, siendo undécimo en la clasificatoria. Se marcó Tokio 2020 como objetivo hasta obsesionarse. En Japón, Zapata tocó el cielo. Y el niño inmigrante que lloraba en Lanzarote es hoy una estrella mundial.