La tribu de Nick Hornby: fútbol, música y neurosis

Últimamente mantengo una guerra fría con el móvil. Sospecho que es Siri pero no tengo pruebas. Hace semanas que va por libre y me la tiene jurada. Su especialidad son los placeres culpables y la nostalgia. En los últimos días le ha dado por vacaciones prepandémicas y fotos de exparejas.

Sus métodos me recuerdan cada vez más a los de La Naranja Mecánica. Te avasalla cuando estás con la guardia baja y le está cogiendo el gusto a los reproches. Sabe que las intensidades duelen más de madrugada. 

Mientras escribo esto me pide que baje el volumen de la música y me amenaza con un cinco por ciento de batería.

Sospecho que pronto me recriminará que soy demasiado inmaduro para una relación y que me he quedado algo infantil para las cosas prácticas de la vida. Pero también tiene sus momentos. Esta semana me recomendó volver a Fiebre en las gradas. 

Supongo que puso la oreja en alguna conversación y luego me coló de manera sibilina un anuncio del libro. Lo sé porque lo hace todo el tiempo: si hablas de algo, tiene la necesidad de tener siempre la última palabra.

Esta vez le hice caso y recuperé el libro para ver cómo resistía al paso del tiempo. En casos así, en libros que han marcado tu vida adolescente, siempre está presente el miedo a que tu yo de ahora se lleve peor con el texto. 

Nick Hornby fue para mí una luz y un camino. Un tipo que escribía con la misma naturalidad de música y fútbol.

Alguien que trataba con el mismo respeto al Arsenal que a Bob Dylan. Alguien que podía hablar de deporte a través de la cultura, y viceversa, sin paternalismo ni superioridad moral. Alguien que dignificaba la cultura popular y que sentía rechazo por el esnobismo.

Por entonces ya sabía que lo mío con el periodismo no era vocacional en el sentido más clásico de la profesión. Que no me movía el hambre de la noticia o la adrenalina de la primicia. Pero me gustaba la forma de Hornby de contar historias. Y me gustaba escribir de música y fútbol. Así que el periodismo era el camino más corto para vivir de ello.  

También intuía en sus novelas una idea de tribu en la que me reconocía. La de que tus amigos son la familia disfuncional que escoges. 

Brett Anderson, cantante de Suede, trato de plasmarlo en canciones como Trash. “Gente que no está conectada necesariamente geográficamente pero que lo está en la manera de verse ellos mismos”. 

Y lo que Hornby parece querer decirnos es que el fútbol y la música son pasiones que contribuyen a ese sentimiento de comunidad. 

Hornby vive el fútbol como las relaciones. Como una experiencia feliz y amarga. Tan imprevisible que incluye un salto al vacío.

“Me enamoré del fútbol tal como más adelante iba a enamorarme de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los sobresaltos que la experiencia traería consigo”. 

Hornby agrandó la mirada sobre cómo tratar el fútbol y acercó el deporte al relato de la cultura pop

Haberle entrevistado está en la lista de mis cinco momentos favoritos como periodista. Ese día fue amable y generoso. Me regaló una comida con él y frases con las que sentirse parte de la tribu. 

“Creo que hay gente como yo que quizás está demasiado obsesionados con el fútbol, la música o el cine. Quizás escuché demasiado a The Smiths, ¿sabes? No es como trabajar en una oficina y tener la cabeza ocupada en esas cosas de ocho a seis de la tarde”.

Los Otros: Bajo presión (Movistar+)

"Vete al médico”. El grito de un diputado del PP a Errejón cuando alertaba de la salud mental de los españoles ha sido uno de los grandes temas de la semana.

Las enfermedades mentales siguen vinculadas a la estigmatización y son, a menudo, material tabú en las familias.

También en el deporte, donde poco a poco se van dando pasos hacia adelante para recordarnos que ellos también son susceptibles al sufrimiento. 

Bajo presión, que forma parte de la serie Los Otros (Movistar+) recoge el testimonio de jugadores de nuestro deporte que en muchos casos vivieron en silencio problemas de salud mental.

Una aproximación valiosa sobre la esfera privada de los deportistas, ese gran desconocido.