No suspender el fútbol es una irresponsabilidad

Actualmente, el Barcelona descansa siendo el líder del torneo

Actualmente, el Barcelona descansa siendo el líder del torneo / EFE.

Ernest Folch

Ernest Folch

El fútbol se resiste a la suspensión, pero se parece al niño que se tapa la cara con las manos para negar la realidad. Con toda probabilidad, LaLiga se suspenderá hoy al menos quince días, y lo mismo hará en breve la Champions. Ayer era chocante ver dos partidos jugándose simultáneamente, uno a puerta abierta en Anfield, otro a puerta cerrada en París. Para cuadrar el fútbol con la situación de cada país, se permite esta incongruencia mayúscula, que adultera gravemente la competición: sin público y sin el factor campo, la competición se tergiversa y se olvida que la afición es, en realidad, el jugador número 12. Sin público, ¿qué sentido tiene el valor doble de los goles en campo contrario? En realidad, ¿qué sentido tiene nada sin gente?

Pero es que además se olvida que la suspensión es necesaria por motivos de responsabilidad: hacia la gente y también hacia los jugadores, que alguien ha olvidado que también son personas, con su riesgo de infectarse y contraer el virus. Lo que tratan LaLiga y la UEFA, con su sospechosa lentitud en tomar una decisión totalmente inevitable, es buscar quien pague la monumental factura de un aplazamiento de los campeonatos, pero cada día que pasa sin que se pare el fútbol es una oportunidad perdida de dar ejemplo y transmitir un mínimo sentido de la realidad.

El fútbol daña su imagen forzando hasta extremos ridículos la celebración de partidos y anteponiendo la continuación de las competiciones a la preservación de la salud pública. Es una evidencia que, dado el crecimiento exponencial de los casos de coronavirus en Madrid en las últimas horas, es una temeridad jugar en algunos estadios incluso a puerta cerrada. Da la sensación de que la máxima “the show must go on” se está llevando hasta tal extremo que parece que el fútbol pretende vivir aislado de los problemas de la sociedad. En estos momentos hay prioridades mucho más importantes. Por favor, dejen de hacer el ridículo y aterricen, por una vez, a la realidad.