Sobre los silbidos a André Gomes

André Gomes, en el encuentro ante el Atlético de Madrid

André Gomes, en el encuentro ante el Atlético de Madrid / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

Es una vieja tradición que el Camp Nou silbe a sus jugadores. El estadio blaugrana, como cualquier ser vivo, tiene sus filias y fobias, y se enamora con la misma pasión con la que se enfada con alguno de los suyos. Nunca ha sido un campo de cerrar filas, como el de otras aficiones, básicamente porque es un fiel reflejo del entorno, que tiende a la crítica más que al elogio incondicional. Hay muchos ejemplos históricos de silbidos en el coliseo blaugrana, incluso grandes estrellas como Eto’o, Ronaldo, Rivaldo Ronaldinho y hasta Guardiola sufrieron en algún momento la desaprobación de la grada. El último en incorporarse a este particular club es André Gomes, que contra el Atlético recibió varias silbadas tras sendos errores. Algo tiene su juego que genera fastidio en el público, que a su vez genera una lógica defensa del entrenador y sus compañeros. Ayer Valverde, Suárez y Ter Stegen mostraron su disgusto con el comportamiento del público, algo lógico porque el grupo debe autoprotegerse. Contra los silbidos hay un argumento de peso: no sirven de nada, solo pueden agravar la situación del señalado y terminan por desconcentrar a todo el equipo.  Ahora bien: el pobre rendimiento del centrocampista portugués no es consecuencia del rechazo del público sino únicamente de su deficiente inadaptación. Reducir el debate sobre André Gomes a su mala relación con la grada es esquivar el bulto porque su escasa aportación al juego y su incapacidad para adaptarse a la manera de jugar del Barça son el debate de fondo que algunos no quieren afrontar. Porque, guste o no, su rendimiento hasta la fecha no justifica la cantidad de minutos que ha jugado y, lo que es peor, no se entiende que su presencia bloquee la proyección de otros jugadores, incluyendo algunos talentos de la cantera, que piden jugar más minutos de calidad que no sean los estrictamente pactados en la Copa. Estamos de acuerdo que hay que pedir que no se silbe nunca a ningún jugador, pero alguien debe explicarnos todavía por qué algunos tienen tan pocas oportunidades y André Gomes tiene tantas.