Réquiem por el RCD Espanyol

Una vista del RCDE Stadium, en Cornellà-El Prat

Una vista del RCDE Stadium, en Cornellà-El Prat / RCD ESPANYOL

Toni Frieros

Toni Frieros

El descenso matemático del RCD Espanyol a Segunda División es una pésima noticia para el fútbol español y catalán. Un momento tremendamente duro para sus cerca de 25.000 socios y más de 250 peñas. Estamos hablando del cuarto club nacional, junto al Valencia, que más temporadas ha estado presente en la máxima categoría, solo superado por FC Barcelona, Real Madrid y Athletic de Bilbao, curiosamente, con Osasuna, las únicas entidades que no son Sociedades Anónimas.

Es una pena muy grande que la celebración de los 120 años de vida de este histórico club tenga que coincidir con el infierno de la segunda, una categoría donde el Espanyol solamente había estado en cuatro ocasiones (¡menos que el Sevilla o el Atlético de Madrid!), la última de ellas en la temporada 1993-1994.

Hace muchos años, muchos, que el Espanyol dejó de saber lo que quería ser y hacia donde quería ir. Ese pretender estar en tierra de nadie, sin objetivos concretos, sin ambiciones deportivas claras, le ha condenado irremediablemente a un gran fracaso deportivo, social y esperemos que no económico. 

Pero lo peor de todo ello, si es que hay algo peor, ha sido la indolencia institucional. Sí, porque se veía venir. El Espanyol llevaba muchas temporadas jugando con fuego. Y ha terminado quemándose a lo bonzo. Pensaban que el tren nunca les arrollaría y sí, ha acabando llevándose por delante a todo el club.

Es muy triste que ni siquiera supiera aprovechar el viento a favor de la última temporada, cuando el equipo entrenado por Rubi se metió en competiciones europeas (¡todo un milagro!) doce años después de aquella final de la Copa de la UEFA frente al Sevilla. ¿Alguien sabe por qué se marchó el técnico de Vilassar de Mar al Betis? Sí, se fue con cierta impotencia porque en casa no le daban lo que se había ganado a pulso. No, no hablo de dinero para él. Hablo de un proyecto deportivo. De una inversión económica acorde a la historia del Espanyol, a su magnífico estadio y a su presupuesto (es el noveno equipo de la Liga con mayor límite salarial, 86,3 millones de euros), con el objetivo de llegar lo más arriba posible. ¿Qué hay de malo con ser ambicioso siempre que no estires más el brazo que manga y aciertes en los fichajes y la política de cantera?

¿Por qué no puede ser el Espanyol otro Villarreal, Real Sociedad o Athletic de Bilbao? Equipos con una estructura financiera y deportiva sólida, incluso con una filosofía de juego muy determinada. Miren, en esta página no cabrían los nombres de todos los jugadores que han sido traspasados en los últimos diez años. Cualquier futbolista que ha destacado un poco, se ha vendido. Y si era  de la cantera, mejor todavía. 

Al final, de tanto pensar en el dinero, no se ha retenido talento y poco a poco la plantilla, en vez de mejorar, se ha ido debilitando hasta formar un Espanyol ‘low cost’, sin personalidad, sin referencias, sin ídolos, sin sustancia ni orgullo. ¿Qué dirían ahora de ello los históricos Marañón, Solsona, N’Kono, De la Peña o Tamudo de este ‘quo vadis Espanyol’

La dirección deportiva no ha sabido acertar ni en los fichajes ni en la petición de los cedidos, una solución/política deportiva que tanto ha ayudado en otras ocasiones. Aquellos Coutinho, Lucas Vázquez, Asensio... Estoy convencido que los responsable de la época del RCD Espanyol no vendieron su histórico campo de Sarriá ni inauguraron doce años después el magnífico estadio de Cornellà-El Prat para ser un equipo de medio pelo. Y supongo, solo supongo, que Chen Yanseng no compró el club para pasar el rato en su China natal. Aquí todos son responsables de este desastre sin paliativos.

Debe hacerse autocrítica, depurar responsabilidades y empezar desde cero, a ver si de una vez por todas el RCD Espanyol hace honor a su historia y se cree  lo que es. De momento deberá pasar un año en el purgatorio.