Pep no caminará solo

Guardiola mete al City en semifinales y se medirá al tándem Neymar-Mbappé

El Real Madrid firmó la defunción del Liverpool campeón del 2019, ya desaparecido

Pep Guardiola en el Signal Iduna Park

Pep Guardiola en el Signal Iduna Park / AFP

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Llevo años intentándolo, sí, ya sé que puedo ser considerado un absoluto loco, pero no, no, tengo amigos que lo hacen habitualmente y, sí, sí, son capaces de controlarlo todo. Yo, que, insisto, lo he intentado en un montón de ocasiones, jamás lo había conseguido hasta esta noche. Esta noche sí lo logré y la verdad es que disfrute un montón. Bueno, claro, me interesaban tanto, tanto, los dos partidos, las dos eliminatorias, había tanto en juego, tanto morbo, que fui capaz de no despistarme como me había ocurrido en las otras 568 veces, digo, que lo había intentado. La verdad es que el hecho de que los dos partidos estuviesen interesantes hasta el pitido final (o casi), me ayudó, y mucho, a no despistarme.

El caso es que, por fin, fui capaz de ver dos partidos al mismo tiempo. Uno en la pantalla de mi televisor, por supuesto el Liverpool-Real Madrid (0-0) y el otro, el Borussia de Dortmund-Manchester City (1-2), en el Ipad. Y la verdad es que me lo pasé en grande porque, sin ser dos encuentros fantásticos, ni mucho menos, la experiencia fue cautivadora. Por si me despistaba, bajé el volumen en el partido de Anfield y mantuve el sonido en el de Alemania para que, si se producía alguna novedad, que las hubo y más que en el choque de Inglaterra, estar atento a la pantalla más pequeña.

Lo cierto es que hay que quitarse el sombrero ante los dos ganadores de las eliminatorias, como hay que hacer idénticas reverencias a los dos semifinalistas que surgieron del pasado martes donde, sin duda, y perdónenme ustedes (o no) una cosa quedó altamente demostrada en París: el nº 1 actual del fútbol mundial, lo siento (o no), es ese pedazo de jugador llamado Neymar Júnior, que supera (y por mucho, mucho, mucho) al mismísimo Mbappé (vaya partidito que se cascó el francés ante el Bayern, claro que ya hizo suficiente en Munich) y, por supuesto, a nuestro Leo Messi, lejos de las semifinales, y, cómo no, a ese gigante llamado Haaland, que anoche brilló por su ausencia.

Lo del Real Madrid y lo del Manchester City de Pep Guardiola es un espectáculo, en distintas versiones, sin duda, pero un espectáculo. A los blancos, no es que les vaya la Champions, con quien tienen, desde que se fundó en blanco y negro, un idilio tremendo, sino que, pese a la imnumerables bajas, todas ellas espectaculares, continúa rindiendo a un nivel altísimo y, sobre todo, con gran eficacia.

Porque, de nuevo, después de aprovechar sus ocasiones en el pequeño Valdebebas, el estadio despreciado por Jürgen Klopp, esta noche, en el temible y desértico Anfield, demostró que tiene suficiente con controlar el ritmo del partido con orden y, sobre todo, simplemente poseyendo el balón, durmiendo el partido con pases y más pases.

Zinedine Zidane, al que algunos calificaron de un simple alineador, volvió a tocarle la cara a Klopp, que igual lo despiden después del año que lleva y que, si sigue, deberá inventarse algo, pero algo muy gordo, porque este Liverpool, campeón de Europa no hace tanto, es un auténtico cadáver andando.

Es verdad, cierto, que como ocurre siempre en los partidos del Real Madrid, el conjunto blanco tuvo, en los primeros minutos, tres jugadas de ponerse así, de pronto, 2-0 en el marcador, pero, de nuevo, Courtois (no hay campeón sin un inmenso portero) salvó al Real Madrid.

Y, a partir de ahí, ya todo fue controlar el partido, el tiempo y el juego con el balón en los pies, tocando y tocando, tocando y saliendo, moviéndose y demostrando que lo que es bueno para el Real Madrid lo es, sin duda, bueno para el Barça y el Atlético, pues los blancos, ahora, tendrán algo más de desgaste, bueno, tal vez no tanto pues, de nuevo, la suerte les ha emparejado con el más débil de los semifinalistas, el Chelsea.

Y, por lo que hace referencia al City es evidente que nos llevamos un alegrón tremendo, inmenso, enorme, viendo que, por fin, Pep Guardiola se mete, con su equipo inglés, en las semifinales de la Champions y lo hace como solo ellos son capaces de hacerlo, superando un gol adverso y lanzándose al ataque confiando en su perseverancia, en su juego asociativo, en apretar, apretar y apretar, perseguir, perseguir y perseguir y sabiendo que tendrán sus oportunidades. Si encima, al final, hasta el gol del triunfo lo marca el niño Foden, el premio es doble.

Veremos si el PSG vende a ‘Ney’ y/o a Mbappé. Veremos si Guardiola necesita a Messi, aunque no lo parece. Lo que sí ha quedado en evidencia es que Haaland no es la panacea aunque, ahora sí, su salida de Dortmund está cantada, pues igual deben limitarse a jugar la Europa League.

Ya ven, ya hay semifinales de la Champions y en ellas no está el Barça, por supuesto, cosa muy dolorosa, pero es que tampoco está el campeón del año pasado, el Bayern de Munich, tan en crisis (o más) que el Liverpool, que es el campeón arrollador del 2019 del que, insisto, ya no existe ni rastro, es una auténtica reliquia.