Héroes Olímpicos: Jesse Owens

Jesse Owens, héroes olímpicos

Jesse Owens, héroes olímpicos

Josep González

Josep González

Desde la majestuosidad del palco del Olympiastadion de Berlín, Adolf Hitler espera, expectante, la salida de los 100 metros. Sabe que el mundo contempla, receloso, los Juegos Olímpicos de 1936. Todo está organizado para ‘vender’ la magnificencia de la Alemania nazi y, cómo no, demostrar la superioridad de la raza aria. Tras el pistoletazo de salida, por el carril izquierdo despega como una bala Jesse Owens, un afroamericano de 22 años de Alabama, nieto de esclavos y criado en una plantación de algodón. Se pone en cabeza desde la primera zancada y su pecho rompe la cinta de meta parando el crono en 10.3 segundos. Es su primer oro. Luego sumaría tres medallas doradas más en 200 m, salto de longitud -con 8,06, récord del mundo que estaría vigente varias décadas- y relevos 4x100 m. “Es una desgracia. Los blancos deberían avergonzarse”, diría Joseph Goebbels, entonces ministro de Propaganda del Tercer Reich y que años después tendría un papel protagonista en el genocidio de los judíos. La historia relataría también que Hitler, enfurecido tras el triunfo del estadounidense, mostró su desprecio abandonando el estadio. El propio Owens, sin embargo, revelaría tiempo después que el dirigente nazi le saludó y felicitó detrás del palco, lejos de las miradas, y que incluso se fotografió junto a él.

GLORIA AMARGA

Jesse Owens regresaría a Estados Unidos como una figura mundial del atletismo, pero su país seguiría discriminándole y tratándole como un negro más. El presidente Franklin D. Roosevelt no solo no lo invitaría a la Casa Blanca, sino que ni siquiera lo llegaría a felicitar. La fama cosechada en Berlín ante los ojos del mismísimo Hitler no le serviría de nada. Al contrario. Sería obligado a correr sin cobrar, como un amateur, en varias competiciones por Europa. Harto, Owens se negó a participar en una de las pruebas que tenía asignadas en Suecia y el Comité Olímpico de Estados Unidos le sancionaría prohibiéndole volver a correr. Así acabaría su trayectoria deportiva. Tenía solo 23 años. Sin otros ingresos, se vería abocado a ganarse la vida desafiando con la velocidad de sus piernas a un caballo, una locomotora, coches, motos, el boxeador Joe Louis… Era una atracción de feria. “Fue humillante, degradante”, reconocería Jesse Owens.