Fútbol de altura y carácter de campeón

Koeman pensó que tras el gran partido en el Sánchez Pizjuán no era necesario tocar nada. Así que repitió dibujo y equipo. Y no le fue nada mal de inicio: presión efectiva, ocasiones de gol y una cierta sensación de juego fluido e incluso fácil. Dembélé culminaba el buen juego generalizado con tres remates a puerta. El tercero de ellos rompió el marcador inicial. Es cierto que el Sevilla reaccionó, sobre todo gracias a la aportación de un Oliver brillante, al que no le quemó el balón en los pies y aportó oxígeno e ideas al equipo. El Sevilla, por momentos, lo pasó mal frente al ritmo alto en la circulación azulgrana y una anticipación constante en las acometidas del conjunto de Koeman. En varios lances se vio a Messi y Dembélé en arduas labores defensivas. Síntoma inequívoco de máxima implicación del equipo en el reto de la remontada copera.

TER STEGEN Y EL ORGULLO

El ritmo cayó de forma notable en el segundo tiempo. Y eso se dejó sentir en las dificultades del Barça para abrir huecos en la tupida defensa del Sevilla. Problemas para un Barça que, además, tuvo que enfrentarse a una pena máxima tras un derribo de Mingueza. Ter Stegen, al rescate, abortó el lanzamiento de Ocampos. El resto de la segunda mitad fue un acoso y derribo. El Barça apeló al orgullo y quemó sus naves a la desesperada. Una vez más, Piqué, ejerciendo de improvisado ariete -al estilo Alexanko- probó fortuna. Y en esta ocasión le acompañó con el segundo gol in extremis. Victoria y gran remontada para seguir creciendo y creyendo en este equipo. Con el talento que atesora y el orgullo demostrado en partidos como el de anoche está claro que la temporada aún está muy viva.