Desesperando con Griezmann

Griezmann no pudo brillar sobre el césped de San Mamés

Griezmann no pudo brillar sobre el césped de San Mamés / LaLiga

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Es evidente que el Barça no hizo un buen partido en San Mamés. Las estadísticas no mienten: trece córners a dos y dieciséis remates a nueve. Las inmejorables sensaciones transmitidas en el debut ante la Real Sociedad sufrieron un importante frenazo. La euforia del primer día duró los noventa minutos de aquel partido. ¿A qué responde un cambio tan radical si los jugadores eran los mismos?

Pues a las características del rival y al nivel de intensidad con el que se empleó. El Athletic propuso un partido físico, con una presión asfixiante, y un juego vertical y rápido que descubrió las carencias del equipo de Koeman. Es sabido que el centro del campo del Barça es más tocador que trabajador y que Piqué y Eric García no son precisamente los centrales más rápidos del mundo.

De ahí que la medular rojiblanca se impusiera y que Iñaki Williams se diera un festín. Pero aún así, un equipo grande como el Barça ha de tener argumentos para hacer frente a las adversidades que se planteen durante un encuentro. En los momentos difíciles han de aparecer los cracks, los líderes. Es lo que casi siempre hacía Messi. Es lo que ahora debería hacer Griezmann.

Sin excusas

El Barça fue un equipo náufrago hasta que el esfuerzo físico pasó factura al Athletic. En los últimos veinte minutos aparecieron De Jong y Memphis y rescataron un punto. Pero, ¿y los otros setenta minutos? Bueno, pues ahí pesó la mala suerte de la lesión de Piqué y la mala actuación (la enésima) de Griezmann. El francés ya no tiene excusa.

Sin Messi no tiene quien le haga sombra en su zona de influencia. Si él quiere, si pide el balón, si convence a sus compañeros de que es el nuevo líder que les dirigirá hacia el éxito, suyo será el protagonismo. Pero me da que no quiere o que sus compañeros no se han enterado. Poder debería poder, a tenor de sus precedentes en el Atlético. Así que hay que exigirle como el crack que era y de acuerdo con la tarifa de supercrack que se le paga. Dos años esperando a Griezmann es mucho tiempo como para darle todavía más margen. Sin Messi, su protagonismo ha de ser inmediato. Pero seguimos esperando. O peor, desesperando.