Cuando Maradona vivía en la casa de enfrente

Maradona durante un partido de Gimnasia y Esgrima de la Plata

Maradona durante un partido de Gimnasia y Esgrima de la Plata / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

El destino quiso que me pasara unos cuantos años de mi infancia viendo casi cada día a Diego Armando Maradona. Los niños que estudiábamos en la escuela Aula conocimos, con gran excitación, que el entonces mejor jugador del mundo vendría a vivir justo delante nuestro, en la Avinguda Mare de Déu de Lorda número 21, en el barrio de Pedralbes de Barcelona.

Supimos de su aterrizaje en aquella mansión por las descomunales obras y por el trasiego de gente que le precedió y que después le acompañó siempre, más propio de la corte de un rey que de un futbolista. Porque ya en aquel entonces, cuando Maradona no era todavía Maradona, era ya una divinidad en vida, una de estas escasas celebridades que antes de la globalización era conocido en cada rincón del mundo. Los niños que íbamos a Aula teníamos que pasar necesariamente por delante de su casa, el muro inmenso de la cual, todo de ladrillo naranja, empezaba en la calle inferior, una mansión en la que reconocíamos a menudo a sus familiares, a su mánager Jorge Cysterpiller, con su inconfundible cabellera, y a su mujer de entonces, Claudia Villafañe. 

A Maradona lo veíamos a menudo a la hora de salida del colegio, a las 5 y 30 en punto de la tarde, los días en los que no había partido, y era un entretenimiento recurrente pasar por delante de su puerta y pedirle un autógrafo, petición que sabíamos que sería atendida porque Diego aplicó, al menos en Barcelona, un principio inamovible: era antipático con los adultos y encantador con los niños, a los que nunca nos negó un saludo, una firma o una sonrisa.

El momento cumbre de nuestra relación especial llegó tras aquella entrada de Goicoecha, una de las más salvajes de la historia del fútbol y que lo dejó gravemente lesionado. Maradona se pasaba tardes enteras sentado en una silla con su pierna escayolada en el patio de su casa, y nos abría periódicamente las puertas a una decena de niños para firmarnos autógrafos, ni que fuera en nuestra libreta de geografía, y conversar amablemente con nosotros, si es que llegábamos a poder decir algo, paralizados y boquiabiertos como estábamos ante el asombro de estar tocando a nuestro ídolo.

La casa de Maradona de la Avinguda Mare de Déu de Lorda, mucho después de que se marchara del Barça de una forma muy triste, se transformó par algunos en un lugar de culto y peregrinación, haciendo honor al nombre de la calle y a su propia biografía. La finca se mantuvo prácticamente intacta hasta hace solo dos años, cuando todavía se podían ver los restos de ladrillos naranjas que delimitaban la realidad de nuestros sueños. Estaría bien que el Ayuntamiento pusiera allí una placa en recuerdo de su paso por Barcelona y el Barça, demasiado camuflado en su inmensa biografía. Desde mi infancia y la de todos aquellos niños de la escuela Aula, gracias por todo, Diego.

MÉS QUE UN CLUB, La profesionalidad de Gerard Piqué

Ha tenido que lesionarse de gravedad Gerard Piqué para que nos diéramos cuenta de que a sus casi 34 años no había tenido nunca un percance mínimamente trascendente. Algo que pone de manifiesto que Gerard, bajo el foco por sus múltiples y polémicas actividades fuera del campo, ha sido, a parte de un referente mundial en su posición, un gran profesional que se ha cuidado mucho más de lo que a veces hayan podido sugerir su vida extradeportiva.

MENYS QUE UN CLUB, ¿Está prohibido cambiar de sistema?

Hubos otros factores, pero el desastre del Barça en el Wanda tuvo también que ver con el dudoso sistema del doble pivote. Otro gran partido y otro colapso táctico. Como ya se vio contra el Madrid, el 4-2-3-1 convierte al campo en un embudo y encima es muy frágil defensivamente. ¿Por qué Koeman es tan tozudo con un sistema que además es poco natural? ¿Por qué no se buscan alternativas como probar al menos el clásico 4-3-3?