LONDRES 2012

Leyendas de los Juegos Olímpicos: Teófilo Stevenson

El cubano se convirtió en uno de los mejores boxeadores de la historia, pero lo más recordado de él no serán sus victorias sino su amor eterno a Cuba y su fidelidad a unos principios muy humildes

A Stevenson nunca le interesó el dinero

A Stevenson nunca le interesó el dinero / sport

SPORT.es

Hijo de inmigrantes anglófonos, Teófilo Stevenson nació en Las Tunas (Cuba) el 29 de marzo de 1952. Su vida se impregnó rápidamente de boxeo, ya que cuando aún era un niño, su padre llegó a realizar hasta siete peleas de boxeo por motivos económicos. Además, Stevenson acudía al parque de su localidad natal siempre que había combates organizados. La obsesión de su padre con el boxeo era tal que un día, le dijo al maestro de Teófilo: “Lo mejor que tú haces es mandar al muchacho a aprender a boxear porque siempre se está fajando en el colegio, lo que él quiere es eso”.

Stevenson disputó su primer combate a los 14 años, y en aquella ocasión perdió en los puntos. De hecho, sus inicios no fueron muy prometedores, pues perdió en catorce de sus primeras veinte peleas.

Más tarde, y después que durante la Revolución cubana se erradicara el profesionalismo deportivo en todas sus manifestaciones, Stevenson salió de la oscuridad de su poblado natal para abrirse paso en su carrera deportiva.

La medalla de oro en el Campeonato Nacional Juvenil de 1968 en La Habana fue el primer paso de Stevenson en categoría pesada. El segundo sería, con solo 17 años, lograr la medalla de plata del Campeonato Nacional “Playa Girón” al año siguiente, lo que le valió ser seleccionado por el ucraniano Andrei Chervonenko para entrenar directamente con él y con Alcides Segarra.

No defraudó Stevenson, que fue cosechando victorias, y también algunas derrotas, hasta que en su debut olímpico puso fuera de combate al experimentado boxeador polaco Ludwik Denderys a pocos segundos del primer asalto. En cuartos de final se 'cargó¿ al favorito, Duane Bobick, que llevaba 62 victorias consecutivas, en lo que todavía hoy se considera su victoria más memorable. Como no podía ser de otra forma, Stevenson acabó haciéndose con el oro, aunque cabe recordar que no le hizo falta disputar la final debido a la no presentación de su rival rumano Ion Alexe, lesionado en semifinales.

A partir de ahí, al cubano le llovieron ofertas multimillonarias de todas partes para disputar combates, pero él las rechazó alegando que prefería “el cariño de ocho millones de cubanos” y que nunca cambiaría su “pedazo de Cuba ni por todo el dinero del mundo”. Y es que a pesar de las suculentas ofertas que tenía, el boxeador cubano solo estaba interesado en representar a su país.

Precisamente sus principios y su nulo interés para enriquecerse económicamente es una de las características que más se recuerda de él, porque a pesar de que se removió cielo y tierra para que Teófilo Stevenson peleara en combates de primas estratosféricas, él nunca quiso abandonar ni su querida Cuba ni su carácter más amateur. Y así se retiró, sin haber traicionado sus principios y dejando a todos los aficionaos del boxeo con las ganas de verle en peleas que hubieran sido históricas.

Stevenson falleció el 11 de junio del 2012 en La Habana por culpa de un ataque del corazón.