Pogacar, un Giro de color de rosa

El esloveno ha devorado las dos primeras semanas de competición y sigue con el hambre intacto para merendarse la carrera y alzar su primer trofeo ‘Senza Fine’

Pogacar, ¿alfombra rosa hasta Roma?

Pogacar celebra una victoria en el Giro

Pogacar celebra una victoria en el Giro / EFE

Jonathan Moreno

Jonathan Moreno

El pelotón rueda en silencio. Solo se escucha el monótono exhalar acompasado de la respiración. Nadie tose ni rechista ni osa desafiar la tiranía que ha impuesto Tadej Pogacar sobre el resto de sus compañeros en este Giro de Italia. Cuando el caucho acaricia el asfalto, el esloveno es el mejor. Siempre con permiso de Jonas Vingegaard, el enjuto danés que le ha comido la tostada en las dos ultimas ediciones del Tour.

La ‘Grande Boucle’ es la gran obsesión de Pogi está temporada, recuperar el cetro del ciclismo mundial que le ha arrebatado el escandinavo del Visma, cuyo estado físico en Francia es toda una incógnita tras el tortazo de la Itzulia que le dejó hecho un cromo en el hospital.

El momento de Pogacar es irrebatible. Ganador en Catalunya, en la Strade Bianche y en Lieja, amén de cuatro etapas de lo que llevamos de ‘Corsa Rosa’. El balcánico ha devorado las dos primeras semanas de competición cual Eddy Merckx. Demostrando su superioridad en todas las especialidades de la carrera, desde la contrarreloj hasta, obviamente, la montaña. Nadie le ha hecho sombra, pese a que el UAE Team, con una alineación de circunstancias, ha flaqueado en algunos momentos. Los buenos continúan su preparación para el Tour. Pogacar se basta y se sobra él solo. No necesita a nadie que le lleve en el sillón en las subidas. Él saca la dinamita y revienta al más pintado, tal y como hizo el domingo en Livigno, cuando dio caza a Nairo Quintana y selló, si la fortuna se lo permite, su primer trofeo ‘Senza Fine’.

La traca final

Y es que a este Giro todavía le queda mucha pólvora. Los Dolomitas suelen ser decisivos camino de Roma. Sin embargo, este año parece que serán un entrenamiento para afinar aún más si cabe la musculatura del balcánico camino del ‘Grand Départ’ del Tour que este año arrancará en Florencia y acabará, excepcionalmente, en Niza.

La montaña no para

La jornada de asueto ya es pasado. Los corredores se enfundan otra vez los maillots para encarar la última semana de competición. El entremés de este atracón final será una nueva etapa alpina, de 206 kilómetros y 4.300 acumulados de desnivel. Casi nada lo del ojo.

Y el plato fuerte será Giogo di Santa Maria/Umbrailpass, el puerto que ha asumido el papel de Cima Coppi tras descartarse el ascenso al Stelvio. 16,7 kilómetros de rampas, con pendientes máximas del 15%.