Vencer a la mediocridad

Cristiano Ronaldo no pudo batir al Alavés

Cristiano Ronaldo no pudo batir al Alavés / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Que el Real Madrid solo haya ganado una de las últimas ocho Ligas, y que en este tiempo haya levantado más Champions -dos- que torneos domésticos, no solo resume un palmarés merengue bastante discreto en la última década sino que evidencia que a los blancos les van más los esfuerzos cortos que los de regularidad.

Se suele decir que el Madrid se desempeña mejor en la Copa de Europa porque la lleva en el ADN y varias teorías esotéricas más, pero la realidad es que desde hace tiempo tiene mejores jugadores que colectivo, por no hablar de una idea de juego que ni su entrenador sabe cuál es. Alegarán los madridistas, no sin razón, que el único estilo que conocen y les interesa es ganar, pero ni ganan tanto como parece, ni se entiende cómo un club tan grande se conforma con un fútbol que roza a menudo la mediocridad.

Pensaba en todo esto mientras contemplaba el partido del sábado entre los blancos y el Alavés. Pasables los de Zidane en la primera parte, infames tras la reanudación. Cierto: los partidos tras parón de selecciones suelen ser plomizos, no estaban el imprescindible Marcelo, ni el milagrero Ramos, y Modric -sin duda, el cerebro blanco- no anda fino en las últimas semanas. Lo aceptaría como argumento si el sopor del sábado fuera un hecho excepcional, pero no lo es. Es más: si se mira desde otra óptica, sacar un partido adelante sólo con una buena actuación de Benzema y con intermitencias del siempre sobrevalorado Isco tiene un mérito innegable. Pero a pesar del 3-0 final, cualquiera que viera la segunda parte, se quedó con la sensación de que al Alavés sólo le faltó puntería para llevarse algún punto del Bernabéu. 

Les cuento todo esto no con ánimo de crítica al espectáculo que ofrecen los madridistas. Si su parroquia se lo compra, allá ellos. La cuestión es que sabría muy mal que al Barça se le escapara esta Liga ante un rival que no es el de los 100 puntos de Mourinho. Si el equipo barcelonista viaja dos puntos -y un partido- por debajo del liderato es exclusivamente por su irregularidad y porque, en general, tampoco los de Luis Enrique han hecho buen fútbol esta temporada. Precisamente porque el Barça ha elevado el tono en las últimas semanas, y a pesar de que debe visitar el Bernabéu, yo sigo creyendo que la Liga se quedará en el Camp Nou. Sólo se trata de mantener el nivel y de no hacer concesiones como las del Villamarín y Riazor. No es pedir mucho y, a la vez, debería ser suficiente para superar la mediocridad blanca.

El indescifrable bajón del Sevilla

Durante muchas semanas de esta temporada, el Sevilla fue el equipo de la Liga que más apetecía ver. Quizás no el mejor, pero sí el más atractivo. Como reconoció ayer Luis Enrique, el cuadro andaluz ha hecho una temporada estupenda, pero se ha parado de repente.

Por más potente que sea y por más profunda que sea su plantilla, ningún equipo se escapa de un bajón de rendimiento, pero cuando llega es difícil determinar las causas. Por un lado, se suele acusar a los técnicos bielsistas -y Sampaoli lo es- de exigir tanta intensidad a sus hombres que los acaban quemando; pero también se dice que, cuando las piernas ya no pueden más en el tramo final, la energía sale toda de la cabeza, y parece que la eliminación de Champions, ante un Leicester que es indiscutiblemente peor, está pasando factura mental a los sevillistas.

Ese es precisamente el riesgo que corre el Barça esta tarde: como el problema de los de Sampaoli, que no han ganado ninguno de sus últimos cinco partidos, se antoja más mental que futbolístico, pueden reaccionar en cualquier momento. 

El Barça está avisado del partido de la primera vuelta en el Pizjuán: o iguala la intensidad sevillista o le tocará sufrir. Aunque también es cierto que aquel día fue Messi quien rescató al Barça, y que hoy vuelve al equipo probablemente con más hambre de fútbol que nunca. Toda una garantía.