Soñar con el triplete ya está permitido

Luis Enrique enloqueció con Sergi Roberto, el autor del sexto gol en el último segundo

Luis Enrique enloqueció con Sergi Roberto, el autor del sexto gol en el último segundo / EFE

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Gritos. Abrazos incontrolados e incontrolables. Euforia infinita. Más gritos. Sonrisas. Lágrimas. Pasión en estado puro. Locura total. Todo esto (y más) hicimos y sentimos los culés tras el gol agónico de Sergi Roberto. Sin haber ganado nada, celebramos la clasificación para octavos de la Champions como un título. ¡¡¡Hasta se llenó Canaletas!!! Y es que ser del Barça (pero del Barça de verdad, con sangre blaugrana en las venas) es algo que supera todos los límites del sentido común. Ver a tíos serios saltando enloquecidos destroza todos los moldes establecidos. No hay nada de racional en esto del fútbol. Es todo sentimiento. Piel. Calor. 

La remontada (histórica, épica, irrepetible) ante el PSG desató los instintos más primarios de los barcelonistas. Se desbordó la alegría tras siete minutos de infarto. Mi mujer brincando y bailando con dos viejos amigos, besando a su Kantorum (una vaca) de la suerte. Que esta vez, de verdad, sí dio suerte... Los compañeros del trabajo enloquecidos. Mensajes de whatssap de los colegas. Inenarrable. Hay que vivirlo. Intensamente. Como mi sobrina Eugènia, en un Camp Nou que estuvo a punto de estallar. Como mi hija, histérica ante el televisor... Con la piel de gallina. Rebosando felicidad por los poros. Sin pudor. Sin vergüenza.

Este Barça que lo ha ganado todo ha sublimado su leyenda con una remontada histórica. Y los culés nos hemos entregado, incondicionalmente, al optimismo más absoluto. Ya soñamos con otro triplete. Cuando hace tres semanas asegurábamos, apesadumbrados, que solo ganaríamos la Copa... y gracias. Nuestro barcelonismo visceral tiene estas cosas. Para lo bueno. Y para lo malo. Ahora toca disfrutar de este equipo y de sus hazañas impensables. Y soñar. Soñar y vibrar. Porque en los sueños está todo permitido... Incluso lo imposible.