A propósito de André

André Gomes, ante la Real Sociedad

André Gomes, ante la Real Sociedad / sport

Risto Mejide

Risto Mejide

Soy fan de André Gomes. Nadie pierde balones como él. Ni en cantidad ni en calidad. Pero es que no acaba ahí la cosa. Es verle jugar un partido y darse cuenta de su despliegue de habilidades para acabar siendo siempre decisivo. Con qué clase concede pases al rival. Con qué estilo comete faltas sin venir a cuento. Con qué tino acierta en aparecer cuando ya no se le necesita y en desaparecer cuando más falta hace alguien en su posición. Contra la Real Sociedad ha estado a punto hasta de estorbar hasta a Paco Alcácer, que ya tiene delito. Atrás quedaron los tiempos de Douglas, Chygrynskiy u otros flamantes fichajes blaugrana que como no rendían, no jugaban. André tampoco es que encandile, pero ahí sigue, convocado una vez tras otra. Soy tan fan del Gomes que hasta me acabo de comprar su camiseta. Y sorprendentemente él aún no me ha llamado para darme las gracias. Ya lo hará cuando se entere de que he sido yo.

Ahora bien, coñas aparte, creo que lo que está (estamos) haciendo la afición con André Gomes es, aparte de tremendamente injusto, contraproducente. Esos silbidos cada vez que toca el balón. Esos artículos (incluyendo este) poniéndolo fino. Ese abucheo generalizado cada vez que entra o sale del campo. Injusto, porque un solo jugador no debería ser tan determinante. En un club como el Barça, acostumbrado a ganarlo todo, ojalá el hecho de que estemos a punto de dejar la temporada en blanco fuese atribuible a un solo jugador. Sería todo tan sencillo. Sin embargo, los que saben de esto apuntan mucho más alto y sobre todo, más atrás. Ellos hablan de cambio de ciclo. De sequía inminente. De época de vacas flacas. De páramo en la cantera. De desacertada estrategia de fichajes ya desde la época de Zubi. De falta de relevo generacional. Y de falta de previsión histórica. Si los sabios acaban teniendo razón, parece que nos vamos a hartar de celebrar copas Catalunya en Canaletas. Con suerte. Si acaban teniendo razón, el orgullo culé lo mantiene en pie la quinta de Messi, y a la quinta de Messi le queda lo que Messi quiera que le quede.

Pero es que además, cada vez que nos metemos con Gomes estamos asistiendo a un claro ejemplo de lo que los psicólogos denominan efecto Pigmalión, también llamado profecía autocumplida. La clásica situación en la que las expectativas sobre un individuo acaban condicionando el comportamiento del mismo. Cuando sabes que alguien piensa que eres idiota, acabas comportándote como si fueras aún más idiota. Cuando sabes que alguien piensa que eres guapo, de forma inconsciente acabas comportándote como crees que deben de comportarse los guapos. Y así. De este modo, si los psicólogos tienen razón, cuanto más se le demuestre a André lo que muchos piensan de él como jugador, peor jugará. Y nadie quiere ver explorar esos límites en el Camp Nou. Cuidemos a André. Aplaudamos cada una de sus intervenciones. Jaleemos cada una de sus convocatorias. Hagámosle la ola cada vez que pise el césped. Seremos todos más justos, y sobre todo, más felices. Bueno, vale, igual me he pasado. Con la profecía y con el artículo, a que sí. Pues lo mismo me parece que está haciendo la afición con André Gomes.