El partido que nunca debió jugarse

La imagen de la grada vacía del Camp Nou

La imagen de la grada vacía del Camp Nou / Joan Monfort

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça jugó ayer el partido más triste de su historia por la sencilla razón que nunca debió jugarse. El Barça-Las Palmas quedará para la posteridad como un encuentro sin resultado ni goleadores ni crónica, puesto que lo único que permanecerá en las retinas de todos los aficionados serán las gradas vacías del Camp Nou, la única forma que encontró el club para protestar contra la brutal represión policial que se vivió ayer en Catalunya y que dio la vuelta al mundo.

El presidente Bartomeu admitió que fue “la decisión más difícil de su presidencia” y que la había tomado para “enviar un mensaje al mundo entero”, pero una vez más se quedó a medias con la voluntad de contentar a todo el mundo. Porque la violencia policial que marcó ayer Catalunya es un hecho demasiado grave como para afrontarlo con una medida tan tibia como un cierre de puertas, medida que además castiga injustamente a la parte más débil del eslabón, que es el aficionado y socio blaugrana.

Ante una crisis sin precedentes no había atajos posibles, y la única posición acorde con la situación excepcional que vivíamos era suspender el partido y asumir las consecuencias. Es cierto que el club no encontró ninguna complicidad ni con la Liga ni con la RFEF ni con las fuerzas de seguridad, que hubieran podido echarle un cable y acceder a una suspensión que tenía muchos motivos para decretarse, pero al final tomó la peor de las opciones posibles.

El Barça-Las Palmas dio ayer una sensación fantasmagórica, como si los jugadores fueran extraterrestres que no se enteran de dónde viven. Si más de 700 heridos, algunos de ellos críticos, producto de cargas indiscriminadas contra la población civil y pacífica no son suficientes para anular un partido de fútbol, entonces cabe preguntarse si el fútbol habita definitivamente un planeta paralelo, protegido por un cordón mediático profiláctico, donde le es ajeno todo lo que le ocurre a la gente normal.

Los goles blaugranas en medio de un Camp Nou vacío y sin alma daban la extraña sensación de producirse en un planeta extraño, como si aquella disputa fuera de otro mundo. Al final del partido los protagonistas seguían haciendo declaraciones extraterrestres, tuvo que ser Gerard Piqué el que volvió a reconectar el fútbol con el mundo real y los aficionados. El central del Barça estalló entre lágrimas, reivindicó una vez más el derecho a decidir y el carácter pacífico y democrático de la sociedad catalana y dejó entrever que no compartía la decisión de jugar el partido, aunque recalcó, con honradez y extrema lealtad, que las decisiones son “conjuntas y se toman todas a una”. Asimismo fue valiente y directo cuando habló de su papel en la selección española, y dejó claro que si se lo piden, pero solo si se lo piden, “dará un paso al lado”. Es decir, abrió la puerta a su renuncia definitiva a La Roja, pero dejó claro que él no se irá y que en cualquier caso tendrán que echarle. La comparecencia de Piqué, con la voz rota y el corazón abierto, fue el momento que salvó la jornada: en un día en que todo el mundo escurrió el bulto, Piqué se fue como siempre de cara al problema y fue el único que estuvo a la altura de la gravedad del momento.

En cualquier caso, queda claro que la crisis del 1-0 va a infectar también el Barça y prueba de ello es que la decisión de jugar el partido provocó la dimisión del vicepresidente Vilarrubí y del directivo Monés, en un gesto de dignidad que les honra. La renuncia de Vilarrubí, una persona con un gran peso en el club y en la sociedad catalana, supone un golpe para Bartomeu y abre una peligrosa grieta justo en el momento en el que la junta empezaba a respirar tras haber superado la moción de censura. Si hay un club en el que es imposible separar la política del deporte, este es el Barça, y es indudable que la gestión del referéndum abre un frente incontrolable en el gobierno de la entidad, y ayer era manifiesto el descontento en buena parte de la afición con la decisión de jugar el partido. Nada resume mejor la gravedad del momento que vivimos ayer que este detalle: es la primera vez en la historia de SPORT que no damos el resultado del Barça en portada el día después del partido. Un partido fuera del mundo, sin el calor de la gente, no lo merecía.