LA entrevista

Carolina Marín: "Me comparan con Nadal y se me pone la piel de gallina"

Nacida en Huelva el 15 de julio de 1993, es campeona del mundo y de Europa de bádminton. Se ha convertido en poco tiempo en una de las deportistas españolas más populares

Carolina Marín, la reina del badminton

Carolina Marín, la reina del badminton / AFP

Toni Frieros

Dicen de usted que es la Rafa Nadal del bádminton español..

¡No me diga eso que se me pone la piel de gallina!

Pues que se le ponga, porque es verdad. Además, los dos zurdos...

Cuando Nadal me felicitó después de ganar el campeonato del mundo, al igual de Pau Gasol y otros muchos deportistas, me sentí muy orgullosa.

¿Qué le dice el nombre de Li Xuerui?

¡La campeona olímpica! Ganarla en la final del Campeonato del Mundo de Dinamarca cambió mi vida por completo.

Imagino...

Fue como entrar en otra dimensión. En España casi nadie me conocía, a penas se hablaba de mí y de la noche a la mañana, aquel recibimiento en el aeropuerto, en Huelva, aparecer en tantos medios...

¡La popularidad, Carolina!

Sí y la doy por bienvenida porque así ayuda a que el bádminton sea un deporte más conocido.

¿Por qué bádmiton?

Casualidades de la vida. Yo tenía ocho añitos, acompañé a mi mejor amiga a un pabellón y vi aquella raqueta pequeña, aquella pelotita a la que llamaban volante, cómo se movían y...

Se enganchó...

Primero como hobby...

Sí, porque usted soñaba con ser bailaora de flamenco...

¡Si! Para mí el flamenco lo ha sido todo desde los tres añitos. Y para mi familia también, porque somos mucho de ir de romería, de bailar... Yo bailé hasta los doce años.

¿Y qué cara puso su padre cuando le comentó que se quería dedicar al bádminton?

¡Ah, nada! Me dijo que hiciera lo que yo quisiera, lo que más me llenara.

Y no se ha arrepentido...

¡Para nada! Mi padre, que es repartidor, es mi fan número uno, así como mi madre, que trabaja en una residencia de ancianos.

No hay gloria sin esfuerzo ni premio sin renuncias...

Desde luego. Hace dos años me dedico en cuerpo y alma al bádminton. Vivo por y para mi deporte.

¿Le impide estudiar?

Si, porque sigo un plan de entrenamientos muy duro. El bádminton exige una gran preparación física y una enorme fuerza mental.

¿Cómo es un día normal en la Residencia Blume, donde vive becada por el Consejo Superior de Deportes?

Vivo en la Blume desde los 14 años. Me levanto todos los días a las siete y cuarto de la mañana. Entreno de ocho a diez y luego de doce a dos. Después de la comida vuelvo a entrenar de cinco a ocho.

¡Madre mía!

Sí, cada día siete horas. Si quieres estar en la élite de este deporte has de trabajar muy duro. También hago sesiones de fisioterapia para relajar la musculatura y trabajo con mi psicólogo deportivo, Pablo del Río, un auténtico privilegio para mí.

¿Sí?

Sí, porque él me ha convencido de que puedo ganar, ha fortalecido mi confianza, me ha hecho mejor en todo. Cuando tu cabeza funciona,  el resto de tu cuerpo también.

Si tuviera que citar su principal virtud...

Creo que es a la vez mi virtud y mi defecto: soy muy competitiva. No me gusta perder y gracias al trabajo con Pablo del Río soy capaz de superar esos momentos malos y mantener la concentración. 

Lo ha ganado todo: Europeo, Mundial, el ‘All England’...

Siempre quedan retos por conquistar. Qué duda cabe que los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 serán uno de mis grandes objetivos. ¡Ha de ser maravilloso ganar una medalla! Ahora bien, primero, el próximo campeonato del mundo que se disputará en Indonesia.

Dicen que en Asia es toda una celebridad...

No sé si tanto, pero sí es verdad que en Malasia, Indonesia, China, Singapur, me paran por la calle para que les firme un autógrafo.

¿Hasta cuándo?

Nuestra carrera dura poco más allá de los treinta años.

¿Podrá vivir del bádminton?

¡Espero que sí! De todos modos me gustaría dedicarme a la fisioterapia. Me voy a preparar a conciencia para ello.

Me cuentan que es el Barça...

Sí, siento muchas simpatías por el Barça porque mi padre es culé de toda la vida. Desgraciadamente no puedo seguirlo como yo quisiera.

Eso es buena señal, Carolina...