LA ÚLTIMA

Los 'slogans' de Rosell

Lluís Mascaró

Muy bien asesorado por un crack de la publicidad, Sandro Rosell convirtió su balance de la temporada en un decálogo de `slogans¿. Mensajes directos y concisos. Conceptos contundentes, sin posibilidad de ser malinterpretados o manipulados. El presidente ofreció ayer el mejor discurso de sus dos años de mandato. Durante 32 minutos hizo un repaso exhaustivo a una campaña que calificó de “excelente, apasionante y de récords”. Y puso todo el sentimiento de que fue capaz en transmitir a los socios y aficionados del Barça las consignas básicas de su gestión: “Gràcies, Pep”, “Todos con Tito”, “Abi te queremos”, “Lección de madurez de la afición”, “17 títulos”, “40 millones de beneficio”, “Defenderemos al club con hechos, no con palabras”... Además, supo hacer frente con serenidad a las 38 preguntas que, posteriormente, le formularon los medios de comunicación. Dejando, incluso, titulares tan mediáticos como “yo votaría a Pep como presidente del Barça”.

Todos los que hemos criticado la falta de discurso institucional de Rosell tenemos que reconocer que el presidente ha mejorado, y mucho, en sus comparecencias públicas. Especialmente en la de ayer. Los graves problemas de comunicación que le persiguieron durante su primer año y medio de mandato han ido remitiendo porque ha sabido rodearse de las personas adecuadas. Personas que le han aconsejado y que le han enseñado. Personas que han sabido convertir los hechos en palabras. Porque comunicarse es, básicamente, eso: saber explicarse. Y Rosell no sabía. Ni Rosell ni nadie de su junta directiva. Hasta que los profesionales han enderezado el rumbo del discurso presidencial, convirtiéndolo en un discurso coherente e inteligible. No es ningún menosprecio para la imagen del presidente reconocer sus errores y aprender de ellos. Al contrario. Como dijo el filósofo chino Confucio: “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”. Rosell ha sabido rectificar y eso le hace ser mejor presidente del Barça.

Porque no solo asombró ayer con la forma de su discurso, sino también con el fondo. Al ser contundente (”No vamos a permitir que la agresión a nuestro entrenador quede impune”) o didáctico (“La remodelación del Camp Nou no puede asumirse económicamente ahora”) en función del mensaje, pero siempre con las ideas muy claras. Ni siquiera titubeó cuando se le interrogó sobre su relación con Laporta: “Dos no se pelean si uno no quiere. Y yo no quiero”. Rosell se ganó ayer el reconocimiento de muchos barcelonistas que habían puesto en entredicho su capacidad de liderazgo al frente de un Barça que inicia una nueva etapa. Una etapa marcada por el cambio de entrenador y por la amenaza de un recrudecimiento de los ataques de la caverna mediática nacional-madridista. En estas circunstancias, tener un presidente fuerte y sólido resulta imprescindible.