NO ES LO MISMO

Un apellido vasco...

Josep González

Bartomeu Io ha dejado muy clarito: “Zubizarreta liderará el cambio”. No sé si es una manera de eludir responsabilidades futuras o una patada adelante a la crisis deportiva que se vive en el Barça pero, desde ya, el director deportivo tiene sobre sus pesadas espaldas el arduo reto de acometer, según palabras del propio presidente, una remodelación profunda, que no revolución, en el vestuario blaugrana. ¿Un marrón? Sí, por supuesto, pero para eso fue puesto al frente de la gestión deportiva y para eso está, por cierto, muy bien pagado.

El futuro del club, como cuando era un gigantón debajo de las porterías, está en sus manos. Sin las ataduras y las injerencias de años atrás de Sandro Rosell, Zubi tiene 120 millones en caja y, según parece, todo el poder para demostrar a sus detractores que está capacitado para renovar y limpiar a fondo al otrora equipo campeón. Dicen los que lo conocen que es un tipo honesto y recto, pero son muchos los que miran con reticencia al de Aretxabaleta porque lo consideran corresponsable, por omisión e inanición, de la errática política de fichajes y renovaciones de las últimas temporadas. La torpeza en dejar escapar a Thiago Alcántara, la búsqueda de centrales y de un verdadero delantero, la parsimonia en resolver el relevo de Valdés, el Tata Martino, la cuota de culpa en la sanción de la FIFA... Demasiadas muescas del pasado, tal vez, para confiar ciegamente en que ejecute una reestructuración que puede marcar el futuro del Barça en los próximos años.

Con Johan Cruyff ejerciendo de oráculo del barcelonismo y de vocero en la sombra de Joan Laporta, Zubi debe abstraerse del entorno tóxico y ser inteligente con las altas, valiente con las bajas y no errar el tiro con el nuevo entrenador. Quedarse a mitad de camino sería un fracaso de consecuencias imprevisibles. Estamos, pues, parodiando a la película de Emilio Martínez-Lázaro que triunfa en los cines, en manos de un apellido vasco, el de Zubizarreta, de quien Jorge Valdano contó una vez que, junto a Joan Manuel Serrat, eran las dos únicas personas de este país que jamás se habían equivocado al abrir la boca. “Andoni”, dijo el ex del Madrid, “se podría tomar un café con Humphrey Bogart”.