¿Qué hacemos con Xavi?

En el fútbol, como en la vida, las cosas nunca suceden como estaban previstas. A finales de la temporada pasada todos parecíamos convencidos, quizás más el club que el jugador, que la etapa de Xavi en el Barça había terminado. La sensación es que al final el gran capitán se quedó más porque no había más opción que por convencimiento. Pero lo cierto es que si miramos su evolución este año veremos que estamos ante una progresión geométrica. Al principio Xavi no pintaba casi nada más allá de calentar en la banda como un vulgar suplente. Más tarde, en una de las primeras dudas identitarias de Luis Enrique, empezó a ejercer un papel de reequilibrador ideológico: su presencia bastaba para recordarle al entrenador que no se desviara en exceso del camino. Después de Navidad, empezó incluso a salvar más de un partido encallado, como el de Balaídos. Hasta que en este tramo final de temporada, justo cuando se juega el ser o no ser, ha vuelto el Xavi de sus mejores épocas. Contra el Getafe culminó esta espectacular progresión con un partido soberbio y uno de sus mejores goles. Sus últimas actuaciones han demostrado otra vez que cuando el Barça juega a su máximo nivel es porque juega a lo mismo que ha jugado toda la vida, y al mismo tiempo han servido para que nos pongamos colorados los que creíamos que su etapa en el Barça ya había concluído. Porque el debate hoy ya no es si debe irse, si no si debe ser titular en estos últimos partidos decisivos. Se da la paradoja que los tres mediocampistas más en forma del Barça ahora son Iniesta, Busquets y Xavi, prueba de que el equipo siempre tiende a refugiarse en su propia esencia. No estaba escrito en ningún guión, pero la realidad nos dice que hoy el pequeño ‘6’ azulgrana no es ninguna pieza simbólica sino una estricta necesidad deportiva.  Cierto, Xavi es una leyenda, pero dejemos los homenajes para más adelante. Hoy lo necesitamos compitiendo, no en una vitrina.