SOBRE EL TERRENO

Futre lanza la piedra y esconde la mano

No es justo, si no tiene pruebas, que Futre dañe a sus excompañeros

No es justo, si no tiene pruebas, que Futre dañe a sus excompañeros / sport

Emilio Pérez de Rozas

Está bien, muy bien, denunciar amaños. Todo tipo de amaños. Está bien, pues hasta la fecha no había manera de sancionarlos, de castigarlos, de penar a los infractores; que se sepa todo y más de los malos, pésimos, comportamientos que hay en la vida y, por supuesto, en el fútbol.

Claro que las cosas en el fútbol se arreglan de muchas maneras. Yo sé, porque así me lo explicó un enorme, grandioso y tremendo goleador del fútbol español, que muchos de los resultados amañados se pactaban (¿aún se pactan? “intuyo que sí”, me dijo) el mismo día que se conoce el calendario de Liga.

Y casi siempre es entre equipos que se van a saber necesitamos en el último mes de competición. Con el calendario en la mano, los capitanes o los hombres fuertes de cada vestuario, se llaman esa tarde y pactan que aquel partido postrero será “para quien más lo necesite”, de forma y manera que se produce el resultado que debe producirse, que interesa, que salva al que está con el agua al cuello y libera al que lleva semanas, o días, con la permanencia en el bolsillo.

Es más, mi amigo me contó que, a partir de esa llamada de aquel caluroso día de agosto, ya no vuelven a dirigirse la palabra, ni a hablar, ni nada. Todos saben que, llegada la fecha, se producirá el resultado acordado durante el verano.

Ese es un truquito, y amaño, por supuesto. Y hasta un enorme fraude, pues ahora con las apuestas ¡Dios sabe el ‘trilerismo’ al que nos exponemos! Y otra cosa muy distinta, muerto Jesús Gil y Gil, fallecido el enorme Luis Aragonés, muerto el modesto pero eficaz Tomislav Ivic, es la denuncia (igual fue en plan diversión, gracia, chismorreo) de Paulo Futre sobre el amaño tiranizado del Espanyol-Atlético (3-1) del 90-91.

Si Futre tiene más pruebas que sus palabras, por cierto, dichas, hace ya un año en un programa de televisión portugués (es decir, lo repite en ‘Récord’ con alevosía) que las enseñe, pues ha dejado, injustamente (o no, pero que lo demuestre) a los pies de los caballos a todos sus compañeros ‘colchoneros’.