¿Qué fue de... Sánchez Jara? El futbolista que redecoró su vida

Sánchez Jara, en un partido en el Camp Nou, en 1994

Sánchez Jara, en un partido en el Camp Nou, en 1994 / Sport

Javier Giraldo

Javier Giraldo

"Yo me aclimato a todo: si tengo que entrenar a un equipo, lo hago, si tengo que vender vasos, lo hago, no tengo problemas. Mi padre me enseñó que hay que hacer lo que sea para tirar hacia adelante”, reflexiona Francisco Javier Sánchez Jara, uno de esos currantes del fútbol que se forjó una carrera en la cantera del Barça pero que no tuvo suerte en el primer equipo.

A punto de cumplir los 14 años, el ojeador del Barça en la zona de Lleida le reclutó para el club blaugrana y cambió su vida. “Dejé mi pueblo, del que casi nunca había salido, para meterme en la ciudad y alucinar con todo. Al principio me costó, porque no es como ahora: había una cabina de teléfono para cuarenta tíos”, recuerda.

Progresó sin prisa pero sin pausa (los entrenadores que más le marcaron en su juventud fueron Quique Costas, Charly Rexach y Toño de la Cruz) y cuando le tocó dar el salto al primer equipo, no había sitio para él. Así que hizo las maletas y se fue a Osasuna, donde debutó en Primera y se hizo verdaderamente profesional del fútbol. 

Dos años después, Cruyff le repescó para el primer equipo del Barça. “Pero fue un año raro, 1994, después del Mundial, con Romario llegando tarde después de las vacaciones y mucha gente nueva tras la final de Atenas”. Apenas tuvo oportunidades y su nombre se asocia muchas veces al de los fichajes frustrados de Cruyff, pero a pesar de todo, optimista por naturaleza, su recuerdo es positivo.

No fue un buen año, pero fue el año que me tocó. Aprendí mucho y tuve la suerte de jugar en el Barça, de convivir con gente muy importante, y eso es algo que valoro mucho”.

Con 24 años, se fue al Betis, movido por la ilusión de triunfar en un equipo al que le unía un cierto lazo sentimental: su padre, fallecido el pasado mes de junio, era bético. “Firmé cinco años, pero no jugaba todo lo que quería. Luego, con el paso de los años, pensé que quizá debí tener más paciencia”.

Enamorado de Gijón

Pero dejó Sevilla para cruzar el mapa y aterrizar en Santander: tres temporadas consolidado en Primera y el nacimiento de su hija, que ahora es una brillante estudiante de tercero de Derecho en Lleida. De Santander se trasladó a Gijón, para jugar en el Sporting, ya en Segunda, y quizá se hubiera quedado allí (“por la gente, el ambiente, la comida… es un sitio espectacular, si no fuera por las circunstancias familiares quizá me hubiera quedado allí a vivir”, confiesa).

Las circunstancias no eran otras que el inminente nacimiento de su hijo Mario, ahora cadete en el Lleida. Tocaba volver a casa, a Almacelles, a 20 kilómetros de Lleida, y empezar una nueva vida. Pudo irse a jugar a China, cuando aquello era una aventura incierta, y también tuvo una oferta del Marítimo de Funchal de Madeira, pero prefirió quedarse en su pueblo y llevar a cabo una idea que le rondaba la cabeza desde su etapa en Gijón.

“Vivíamos en la calle Corrida y muy cerca de casa teníamos una tienda Casa, comprábamos muchas cosas y al venir a Lleida vimos que no había ninguna tienda en la ciudad”. Así puso en marcha la franquicia. No necesitó estudios de Empresariales o Económicas, simplemente empuje, ganas y por supuesto, a su mujer, Yolanda. El negocio funcionó muy bien (con diez y doce empleados) o simplemente bien (con cuatro o cinco) hasta que la crisis y el auge de la venta por Internet invitaron a Sánchez Jara y a su mujer a cerrarla, hace apenas unos meses. “Había más competencia y lo de Internet se ha notado, al menos aquí en Lleida”. Pero no hay ni asomo de rencor o de reproches en su voz, al otro lado del teléfono. 

Tándem con Ferrer

Optimista y vital, Sánchez Jara no es de los que se aburre: formó tándem con Albert ‘Chapi’ Ferrer en dos aventuras, Mallorca y Córdoba, y la experiencia le encantó. “En Córdoba me emocionó ver a gente mayor y a niños tan pequeños llorar con el ascenso”, recuerda.

Más cómodo en el papel de segundo entrenador que en el de primero (“por mi carácter, prefiero ese segundo plano”), ahora también ayuda a Ferrer, en algo “más light”, preparar los partidos del Barça Legends, en los que también juega. Corre la banda casi como cuando jugaba en Primera, porque físicamente está finísimo, a sus 48 años.

Sale a correr una hora diaria, prepara la comida y lleva a su hijo a entrenar. Ve todo el fútbol que puede (sobre todo en Lleida, Huesca, Zaragoza y Barcelona) para estar al día y sigue abierto a todo: si surge la oportunidad de volver a coger un equipo con Ferrer, adelante. Y si surge la posibilidad de poner en marcha otro negocio, pues también.