La cara amarga del deporte

Mario Fernández lucha por ganar su partido más difícil

Formado en la cantera del Barça, el exjugador del Joventut lleva dos temporadas sin jugar debido a una grave lesión vascular en su rodilla

Maite Antón

Echa de menos la pelota. Muchísimo. Aquella que cogió por primera vez con solo seis años y que lanzaba sin parar a un viejo tablero que aún conserva y en el que se puede leer las cinco palabras que mejor resumen su filosofía: “Trabajo, humildad; nunca es suficiente”. Ahora el balón lo tiene guardado debajo de su cama y a veces lo coge en busca de un tiro imaginario. Añora la rutina de los entrenamientos, la adrenalina de los partidos, la alegría por las victorias, las charlas con los compañeros e incluso la `vida¿ en los aviones. Su reloj baloncestístico se paró hace dos temporadas. Una grave lesión vascular en su rodilla derecha mantiene a Mario Fernández, de 28 años, alejado de las pistas e inmerso en una lucha diaria por volver a caminar con normalidad.

Vivió momentos muy especiales en la cancha. Algunos de ellos se evocan de nuevo mirando las paredes de su comedor. Una enorme fotografía con la camiseta de la selección española recuerda su verano como invitado en la preparación para el Eurobasket de 2007 junto a los Gasol, Navarro y compañía; la inconfundible elástica amarilla del Gran Canaria le hace rememorar esos tres inolvidables años en el equipo que le dio la oportunidad de debutar y crecer en la ACB; y las fotografías en Badalona muestran a un Mario que cumplió el sueño de jugar en un club histórico como el Joventut. Con el conjunto verdinegro jugó su último partido, el 15 de mayo de 2010.

Un pasado en el que, sin embargo, no quiere vivir anclado. Ahora, su partido más importante lo juega fuera de la pista. “No hay que reparar en lo que se tenía antes, sino adaptarte a lo que hay y superar las circunstancias actuales sí o sí”, afirma. La recuperación de su rodilla centra todos sus esfuerzos. El origen de su lesión reside en una malformación por “un exceso de sangre”, que a lo largo de su carrera le había obligado a convivir con una eterna hinchazón. Pese a ello, el catalán jugó al máximo nivel en sus cuatro temporadas ACB (2006-2010).

Pero cuando uno lleva el cuerpo al límite puede correr el peligro de que un día diga basta. Y ese día fue un 17 de diciembre de 2010, tras pasar varias veces por el quirófano. “Me dijeron que teníamos que parar y recalcificar el hueso, porque le había faltado sangre un momento y se había retraído. Ese proceso de recalcificación iba a ser muy lento de forma natural y se me prohibió apoyar el pie, no porque tuviera el hueso roto sino porque el impacto al caminar puede deformarlo”, cuenta. Aquella tarde Mario volvió a casa con un par de muletas y una máquina de magnetoterapia a la que tendría que estar conectado una media de 18 horas diarias -y ya acumula 8.000-.

Han transcurrido 16 meses desde aquella visita y la rodilla del barcelonés ha mejorado, aunque los progresos van a una velocidad más lenta de la que hubiera deseado. Aún no ha podido desprenderse de las muletas ni apoyar su pierna derecha en el suelo. ¿Plazos? “A las lesiones hay que darle el tiempo que cada cuerpo necesite”, recalca. El base, quien ha aprovechado para sacarse la carrera de Administración y Dirección de Empresas, cuida su físico de la manera más estricta y se entrena cada día un mínimo de tres horas y media.

Y es que Mario no se ha rendido y aún alberga una mínima esperanza de volver a pisar una pista. “Aunque pasen muchos meses, sigo siendo joven y nadie me ha dicho que no. Es complicado, pero esto es como cuando afrontas una enfermedad. Es difícil, sí, pero vamos a por ello. Damos por hecho que no, pero... ¿y si esto cambiara? Si tuviera la oportunidad real de volver, quiero estar en condiciones. Apuraré al máximo sin importar el tiempo. Yo no quiero acabar así”, confiesa. Sea dentro o fuera de la pista, Mario tiene claro que su futuro pasa por “el deporte y el baloncesto”. Y es que lo que siente por el balón y la canasta va más allá de ser una pasión o un modo de vida, “el basket es mi amor platónico”. ¿Y quién es capaz de renunciar a su amor platónico?