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Ese tipo que corre con sandalias

Va muy por debajo de 4’00” y dice que nunca se ha lesionado. Todo por culpa de un libro que leyó hace 6 años. Desde entonces, Pedro Pleguezuelos (@santacenero) no ha vuelto a correr con zapatillas. 

En realidad, lo que voy a escribir hoy a mí me resulta imposible de imaginar. Ahora mismo, no me atrevería a hacerlo ni aunque me prometiesen un millón de euros. Pero cualquiera sabe después de escucharle a él. A lo mejor, el próximo 31 de diciembre estoy corriendo con sandalias, “porque no se crea, no tiene nada raro”, como  explica Pedro Pleguezuelos. Un hombre de 38 años dividido en demasiados hombres: la  ingeniería, el dibujo y la carrera a pie que, desde 2012, cuando leyó el libro ‘Nacidos para correr’ de Christopher MacDougall, le convirtió en un personaje. De repente, entendió que el secreto de la felicidad está en los pies. Es más, hoy podría formar parte de esa misteriosa tribu de los tarahumaras que se describe en el libro y que no necesita de las zapatillas para desafiar al reloj.  “Me pareció coherente todo lo que planteaban”. El instinto de curiosidad siempre ha pisado fuerte en él. “Hasta entonces, yo corría con zapatillas normales como cualquiera de ustedes”. Sin embargo, hay libros que cambian vidas, autores que llegan hasta donde no llegan los demás, mensajes que no se olvidan nunca.

Por eso me parece que este texto debería escribirlo MacDougall. Él es el precursor de esta historia y quizá le gustaría saberlo. Máxime porque Pedro se aleja del retrato común. Él no vive en esos valles sofocantes o en esos picos nevados a los que llegó MacDougall para escribir el libro. Pedro, en realidad, es uno de los nuestros. Un tipo que vive en Torrejón de Ardoz y que va en tren a trabajar a Madrid. Un tipo que nunca se ha tenido por un tipo raro. “Que yo sepa no soy raro”, discrepa. “Soy un chaval de Linares que jugaba al fútbol sala, que estudió su carrera y que, como allí no había trabajo en lo que hice, marché a Madrid”. De ahí que las sandalias no sean la excusa para fotografiar la rareza. “No, en mi caso insisto en que no. Se trataba de probar y he encontrado un mundo en el que me siento cómodo. Son ya seis años en los que me va bien. No noto ningún dolor. No me acuerdo ni de que tengo rodillas. Las caderas no me dan ningún problema. Las articulaciones, nada, tampoco. No recuerdo siquiera la última vez que necesité ir al fisioterapeuta. He llegado a un punto en el que creo que ya no sabría correr con zapatillas”.

Pedro ha llegado a hacer 10 km en 37 minutos y una media en 1h 24m. Y no entrena mucho, “unos 40 a la semana”, dice.  “Sé que es poco y que me gustaría hacer más, pero ahora no puedo. Tengo dos hijos pequeños de cinco y dos años y no es fácil”. Pero, como ha escrito él, “los corredores también somos muy buenos jugando al tetris. Yo no saldré mucho a correr, pero compenso haciendo ejercicios de fuerza en casa , porque con el cuerpo también se corre”. La realidad es que compite francamente bien. La última carrera acaba de salirle a 3’36″/km. “La gente me dice, ‘qué mérito tienes, chaval’. Los hay que no dan crédito cuando les paso, pero esto no es ninguna hazaña. En realidad, correr con sandalias tiene el mismo mérito que hacerlo con zapatillas. Las sandalias me permiten aterrizar con el antepie, que es una manera más sana de hacerlo”.

“De alguna manera, al notar el terreno por el que pisa, el pie tiene más información que si va metido en una zapatilla.  Sabe lo que va a pasar y eso te permite que el aterrizaje sea más suave y la manera de correr bastante más económica”, explica Pedro, que no se considera una novedad. “Es verdad que hay poca gente que corra con sandalias. Pero la hay, como pasa con las zapatillas minimalistas, que tienen una suela de 5 mm y que prácticamente es lo mismo. Al final, todo es cuestión de probar y de empezar poco a poco. Es la única forma de conocer lo que más te conviene. Yo me di ese tiempo y he encontrado un mundo que me va bien. Si notase algún dolor, está claro que no lo haría. Pero no me he lesionado nunca”.

Hoy, Pedro podría ser uno de los protagonistas del libro de MacDougall. La diferencia también es que él compra sus sandalias por internet. “Incluso te venden las plantas de la suela para que te las fabriques tú mismo, pero hasta ahí no he llegado”. Pero si no pasa nada, si dentro de diez años vuelvo a hablar con él, Pedro seguirá corriendo con sandalias. Sus hijos serán mayores y tal vez le dejen opción a entrenar más kilómetros, “porque de verdad que a uno le gusta. Si estoy más de dos días sin entrenar, tengo un problema. Mi cuerpo necesita esa actividad. Quizás porque esta actividad no sólo me ha cambiado la vida. También me ha cambiado el cuerpo. He adelgazado hasta diez kilos. Cuando nació mi primer hijo, me propuse hacerlo. Realicé un plan específico de 15 semanas y lo logré. Entonces pasé de correr en 45 minutos los 10 kilómetros a hacerlo en 37′”.

Pero, sobre todo, es una historia que contar y que dibujar porque a Pedro también se le podría presentar como un extraordinario dibujante. La prueba de que hay varios hombres metidos en uno solo como nos explica él cada día a través de su cuenta de Twitter (@santacenero) en la que las sandalias rivalizan con las caricaturas que Pedro hace de este deporte. Hoy, todavía es un hobby pero mañana nunca se sabe lo que puede pasar. “No me importaría dedicarme solo a dibujar“. Porque esa es la ventaja de trabajar el instinto de curiosidad, de agotar sus localidades, de salir a correr siempre en ayunas o de leer libros como el de MacDougall. “Tardo hora y media desde casa al trabajo todos los días, pero para mí ese no es tiempo perdido, sino tiempo invertido porque me permite leer mucho”. De vez en cuando hasta aparecen historias que le permiten a uno cambiar el desenlace de este partido que es la vida. La prueba está en las sandalias, en sus sandalias. Las mismas que hoy nos han adentrado en un mundo que, pese a todo, a mí me sigue pareciendo imposible. Pero hace tiempo que aprendí que no todo es lo que uno piensa.


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