La tragedia no admite contemplaciones

Barça - Celta

Barça - Celta

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

La tragedia final todavía ha sido peor de lo que cabía esperar. El Barça ni siquiera se despidió de la Liga con dignidad tras caer de nuevo de forma vergonzosa en casa contra un equipo de mitad de la tabla que no se jugaba nada en el campeonato. Esta misma frase la escribí hace unos días cuando el Levante le remontó dos goles en cuarenta y cinco minutos y también valdría para lo que ocurrió ante el Granada. Tres partidos horrorosos. No uno, ni dos... ¡tres! Cuando esto sucede, cuando tres rivales modestos te clavan siete goles y te remontan en las segundas partes, es que el equipo está roto mental, física y tácticamente, que no hay dirección desde el banquillo ni orgullo en el campo. Ineficacia e impotencia totales. Esto no hay por dónde cogerlo. Es el fin de ciclo de todos los ciclos. Miren, para hacerse una idea de la dimensión de la tragedia, solo hay que echar la vista atrás. Es el peor Barça desde Guardiola, nunca en las últimas trece temporadas había estado dos campañas seguidas sin ganar la Liga y no quedaba tercero desde el año 2008. Y, cuidado, que aún puede ser peor, aún puede ser cuarto...

Llegados a este punto, no valen contemplaciones. Está claro que el declive sigue, que es imparable porque no se ha afrontado la realidad con valentía. Todo han sido parches, malos fichajes y ruinosas e innecesarias renovaciones en las últimas temporadas. Hay que hacer una limpieza histórica en el vestuario, tocar a muchos intocables y tener claro cuál es el entrenador que ha de liderar el nuevo ciclo. Koeman genera muchas dudas y, en este punto dramático en el que se encuentra el club, no vale seguir con un técnico en el que no se cree o simplemente mantenerle porque no hay nadie convincente en el mercado para sustituirle. Es hora de grandes decisiones, de trazar un plan económico a varios años vista que permita reconstruir el equipo con futbolistas que marquen diferencias, no con veteranos o jugadores sin currículum con la carta de libertad. Laporta ya hizo dos milagros pero este tercero se presenta como el más difícil porque en la caja no hay más que telarañas.