Ni Laporta ni Xavi pueden ser esclavos de una decisión impropia

La visita de Laporta a Xavi y al equipo

La visita de Laporta a Xavi y al equipo / FCB

Jordi Badia

Jordi Badia

La dimisión en diferido de Xavi fue un error enorme. Por la manera como se produjo, en caliente después de una derrota tremenda, por como se comunicó, de manera improvisada y tarde, y porque no iba a resolver ninguno de los problemas que habían metido al equipo en el hoyo en el que anda caído desde hace meses, como ya se advirtió entonces.

Pero sobretodo, fue un error colosal porque era una decisión impropia de una entidad que pretende pertenecer y mantenerse en la élite del fútbol mundial. De manera que, tres partidos después, la situación del equipo y del club ya no es la misma, si no peor.

Ni el presidente Joan Laporta ni Xavi deberían ser esclavos de un pacto que, de común acuerdo, deberían declarar nulo de pleno derecho. Porque visto lo visto partido tras partido, lo más probable es que los meses que faltan hasta final de temporada se conviertan en una agonía insoportable que nadie en el club merece y quizás menos que nadie el propio Xavi por todo lo que representa en el club y en el fútbol.

A 10 puntos del Real Madrid y a 5 del Girona y con 3 de ventaja sobre el Atlético de Madrid y 5 sobre el Athletic Club, teniendo que visitar los campos de todos ellos, desde la presidencia del FC Barcelona y desde su dirección deportiva deberían entender cuál es el objetivo real, necesario y possible en la Liga.

Analizar correctamente la situación y tomar la decisión más consecuente. Si al final del proceso se mantienen en la confianza en Xavi hasta final de la temporada, entonces no puede haber ninguna fisura en la forma, ni margen de duda en el fondo. El relato debe ser inequívoco y granítico. Porque lo que es seguro es que la culpa no la tenía el sushi.