Guerra en Oriente Próximo

Las discrepancias sobre la posguerra en Gaza estallan en el seno del Gobierno israelí

El único punto de acuerdo entre las distintas facciones que mantienen a flote a Netanyahu es que Hamás debe ser derrotado militarmente y debe desaparecer de la ecuación en Gaza

Trabajos para sacar los cadáveres hallados en las fosas comunes en el hospital Shifa de Gaza

Trabajos para sacar los cadáveres hallados en las fosas comunes en el hospital Shifa de Gaza / / EUROPA PRESS

Ricardo Mir de Francia

Si en algo ha sido consistente el Gobierno israelí en estos siete meses de asalto militar sobre la Franja ha sido en sus reticencias para articular un plan para la posguerra en Gaza. El primer ministro Binyamín Netanyahu ha cultivado la indefinición, limitándose a establecer unas cuantas líneas rojas sobre la futura gobernanza del enclave, una postura que le sirve para mantener sus opciones abiertas, evitar las deserciones en su gabinete de unidad y prolongar la guerra sine die para sobrevivir en el poder. Esa postura, sin embargo, se está volviendo cada vez más insostenible. La Casa Blanca está frustrada y maniobra para imponer sus propios planes. Tampoco los militares israelíes están contentos. Esta semana rompieron filas para culpar a la indecisión de Netanyahu del regreso de sus soldados al norte de Gaza y oponerse a un potencial gobierno militar del devastado territorio.

El único punto de acuerdo entre las distintas facciones que mantienen a flote a Netanyahu es que Hamás debe ser derrotado militarmente y debe desaparecer de la ecuación en Gaza. Pero hasta ahí el consenso. El primer ministro parece apostar por una ocupación prolongada de Gaza, que pasaría a estar bajo control militar y civil de Israel, el mismo escenario que existió en la Franja hasta la creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en los años 90. Los colonos quieren recolonizar el enclave sembrándolo de nuevo con asentamientos judíos. Los militares no cierran la puerta a una Gaza administrada eventualmente por la ANP, siempre que esté dispuesta a seguir colaborando con Israel, o por una fuerza multinacional. Algo parecido a lo que quiere EEUU, que trata de convencer a sus aliados árabes para que manden tropas a la Franja cuando callen las bombas para tratar de imponer algún tipo de estabilidad y acometer la mayúscula reconstrucción. 

Tanto solista sigue sin tener un director de orquesta porque Netanyahu se resiste a abordar el día después, como le reprochó esta semana su ministro de Defensa. “Desde el 7 de octubre, el estamento militar ha dicho que es necesario trabajar para encontrar una alternativa a Hamás”, dijo Yoav Gallant en un discurso televisado. Unos planes que “no fueron sometidos a consideración y, lo que es peor, tampoco se plantearon otras alternativas”. Gallant insinuó que no seguirá en el Gobierno si Netanyahu se empeña en dejar lo que queda de Gaza bajo control de sus militares, un escenario similar al que impera en Cisjordania, donde más tres millones de civiles palestinos viven bajo la bota de la ley marcial israelí. “Un régimen militar y civil es una alternativa mala y peligrosa para el Estado de Israel”, dijo el ministro. 

Insurgencia palestina

Gallant no es un pacifista. Ni nada que se le parezca. Correligionario de Netanyahu en el Likud, defiende la ocupación de Cisjordania y la expansión de las colonias para torpedear la viabilidad de un Estado palestino. Pero es consciente de que Israel no solo tendrá que lidiar probablemente con una insurgencia palestina si decide reocupar el enclave, sino que sus relaciones con Egipto y EEUU quedarán muy tocadas. “Pagaremos por ello con sangre y víctimas, y tendremos que afrontar un oneroso coste económico”, añadió durante su comparecencia pública. De la misma opinión es el general Benny Gantz, uno de los líderes de la oposición, por más que esté ayudando a extender el reinado de Netanyahu con el seguidismo oportunista que le ha prestado en esta guerra. 

“El ministro de Defensa dice la verdad”, dijo Gantz esta semana. “La responsabilidad del liderazgo es hacer lo mejor para el país a cualquier precio”. Netanyahu ha reiterado por activa y por pasiva que no permitirá que la ANP de Mahmud Abás tome el control de Gaza tras guerra. Y sus maniobras para que algunos clanes de la Franja al servicio de Israel vayan ocupando poco a poco el vacío de Hamás no están funcionando. De ahí que insista en que su país se hará cargo indefinidamente de la seguridad de Gaza. Es lo que quieren los colonos porque eso multiplicaría sus opciones para recolonizar el enclave. Ellos saben mejor que nadie que la políticas “temporales” de Israel hacia los palestinos se tornan tarde o temprano en permanentes. 

Fuerza multinacional árabe

La indefinición israelí exaspera a EEUU, por más reacio que siga mostrándose Biden a imponer costes a la sordera de su aliado. “Llevamos muchas semanas trabajando para desarrollar planes creíbles para la seguridad, gobernanza y reconstrucción (de Gaza)”, dijo el domingo pasado su secretario de Estado, Antony Blinken, en una entrevista a la CBS. “Pero Israel no está haciendo lo mismo”, añadió a modo de velado reproche. Las intenciones de la Casa Blanca pasan por crear una fuerza multinacional árabe que se haga cargo del enclave hasta que un liderazgo palestino –aprobado por Israel y EEUU—pueda tomar el relevo. Esos planes se han discutido con EgiptoEmiratos y Marruecos, según publicó hace unos días el ‘Financial Times’.

Pero según sus fuentes solo podría prosperar si va acompañado de un horizonte político serio o un reconocimiento por parte de Washington del Estado palestino. Públicamente, algunos de esos países ya se han distanciado de la oferta de EEUU, que no está dispuesto a contribuir con sus propias tropas a esa potencial coalición. “Emiratos Árabes Unidos se niega a ser arrastrado a un plan que pretende dar cobertura a la presencia israelí en Gaza”, ha dicho el ministro de Exteriores emiratí, Abdulá bin Zayed al Nahyan. 

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