Mourinho para siempre

El fútbol es un cúmulo de sensaciones. Estados de ánimo. Detalles. En Madrid, por ejemplo, ahora están de subidón. En la caverna mediática ha estallado la euforia sin que el equipo de Mourinho haya ganado todavía nada. Al contrario. Los blancos han perdido la Liga (están a 13 puntos del Barça), se han clasificado con ayuda arbitral para los cuartos de final de la Champions y están, eso sí, en la final del 'chupito'. Nada. Y, sin embargo, llevan una semana crecidos celebrando no se sabe muy bien qué. Tres victorias consecutivas han bastado para modificar los bioritmos del madridismo, que estaban extraordinariamente bajos hace solo diez días.

Tan contentos están que ya piensan en pedirle, rogarle, suplicarle a Mourinho que sea su entrenador para siempre. Se han olvidado ya de todo lo que han sufrido con el técnico portugués, de las humillaciones que han padecido algunos de sus símbolos (Casillas, Sergio Ramos, los canteranos...) e incluso del estropicio de imagen y valores que ha provocado. Han ganado dos partidos al Barça y uno al Manchester United y ya se sienten campeones de todo sin serlo de nada y coronan a Mourinho como el nuevo emperador del madridismo. Cuando les bajen los bioritmos, cuando regresen a la cruda realidad, ya será tarde. Peor para ellos. Y mejor para nosotros.